Disclaimer: Los personajes y el universo donde se desarrolla está historia no son creaciones mías ni me pertenecen, todo es obra de Masashi Kishimoto.

Nada va a lastimarte, cariño

Capítulo 5

No queda nada para ti

Llevaba cerca de tres horas contemplando un punto fijo en la pared, sin mirarlo realmente; sus ojos esmeralda, perdidos en algún lugar del mundo, en cualquier fragmento del tiempo y el espacio.

Era la última hora de la tarde, el cielo cubría las nubes y la luz del sol se difundía pesadamente, como bronce en polvo. El bento yacía resguardado en algún rincón del diminuto refrigerador, intacto y las emociones que ese lindo gesto le habían generado ahora estaban completamente ahogadas. La calidez se había disipado rápidamente, reemplazada por una oleada de preocupación, incertidumbre y una amarga sensación de traición que impregnaba cada fibra de su ser.

Los recuerdos de su encuentro en Tanzaku saltaron a su memoria; Sasuke no había mencionado nada aquella noche, atribuyó su encuentro a la casualidad y, tal vez, al destino. Sin embargo, comenzaba a sospechar que su presencia en ese lugar estaba más relacionada con lo que Naruto acababa de contarle esa mañana a cualquier otra razón posible.

Tenía la boca seca. Le dolía la cabeza. Se sentía con resaca, sórdida y avergonzada, como si hubiese participado en un repugnante acto de depravación aquella noche.

—¿Qué haces aquí? Pensé que te habías marchado desde hace algunas horas—la pregunta vino de los labios de Shizune que comenzaba a materializarse en el interior de su consultorio.

Sakura no se percató que en todo ese rato había contenido la respiración. Parpadeó, tratando de alejar la bruma de sus pensamientos.

—Estaba revisando algunos pendientes, papeleo—mintió, forzando una sonrisa—. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí tan tarde?

Shizune colocó una caja sobre la silla más cercana a la puerta y dejó escapar un suspiro cansado.

—Estoy cubriendo a Yamashiro-san. Se encuentra de permiso por maternidad.

Ella frunció el ceño, sorprendida por la noticia.

—¿Qué? ¿Quién?

—Yamashiro Nao—dijo Shizune—. Está embarazada, pero tuvo una amenaza de aborto, así que pasara el resto de su embarazo fuera de servicio. El hospital esta falto de personal.

—Vaya—murmuró Sakura, procesando la información—. Parece que hay una epidemia de embarazos.

Shizune dejó escapar una risa suave, ligera.

—Es normal, supongo. Después de la guerra, muchas personas están reconsiderando sus prioridades y pensando en formar una familia. Incluso los shinobis.

Aquello era cierto. Una vez finalizada la batalla contra la Diosa Kaguya, los sobrevivientes no demoraron en replantear sus metas y, tan pronto como la estabilidad comenzó a asentarse en la aldea, las calles se plagaron de festejos nupciales y uniones poco convencionales.

—Tiene sentido—murmuró, su meten aun atrapada en el tumulto de sus propios problemas.

—Bueno—dijo Shizune, levantando de nueva cuenta la caja atiborrada de documentos y pergaminos que llevaba consigo—. De cualquier forma, no te quitare más tiempo. Me iré a casa. Necesito descansar antes del próximo turno.

—Claro, con cuidado—dijo Sakura, intentando sonar más animada de lo que se sentía—. Nos vemos mañana.

Shizune le dedicó una última sonrisa antes de salir.

—Hasta mañana, Sakura.

Cuando la puerta se cerró, el silencio volvió a llenar la oficina. Sakura se dejó caer en la silla, notando el peso de sus pensamientos aplastándola. La mención de formar una familia resonaba irónicamente en su mente, un eco distante de los sueños que alguna vez había tenido en torno a Sasuke.

Inspiró profundamente, intentando encontrar un punto de anclaje en medio del caos. El trabajo, se recordó. El trabajo siempre había sido su refugio, una manera de mantener el control cuando todo lo demás parecía desmoronarse. Pero ahora, incluso eso parecía insuficiente para contener la marea de emociones que la arrastraba.

El sonido del reloj en la pared continuaba con su ritmo implacable. Sakura sabía que no podía quedarse allí para siempre, atrapada en la habitación, siendo encañonada por sus pensamientos y miedos.

Se levantó de su asiento y caminó hacia el refrigerador. El mundo al exterior parecía distante, como si estuviese contenido en una esfera de cristal.

Con movimientos automáticos, tomó la caja de bento y la sostuvo en sus manos temblorosas. Al levantarse, su mirada se desvió hacia el calendario colgado en la pared, donde una serie de fechas se marcadas se extendía ante ella con todo su esplendor. Al principio, parecían simples anotaciones, recordatorios mundanos de compromisos olvidados y tareas pendientes. Pero entonces, vio las fechas marcadas en rojo.

Frunció el ceño, una arruga de preocupación formándose en su frente. Sus ojos escudriñaron el papel una vez más, y debajo del círculo, encontró la verdad que había estado evadiendo. Cinco días habían transcurrido desde aquel día señalado, cinco días que ahora mismo la hacían sentir como si estuviese frente a un abismo.

Colocó la caja sobre la superficie del refrigerador con un suspiro tembloroso, sus dedos rozaron el papel arrugado del calendario. La quietud de la habitación era opresiva, envolviéndola en un silencio ensordecedor que resonaba en sus oídos. Su corazón latía con fuerza entre los confines de su pecho, una melodía errática que acompañaba el eco de sus pensamientos.

Continuó buscando respuestas en los diferentes espacios marcados. Pero lo único que encontró fue más confusión, más incertidumbre. Un nudo se formó en su garganta mientras las palabras impresas en el papel parecían burlarse de ella, sus significados ocultos bajo capas de símbolos y cifras.

No habría sido la primera vez que sucedía algo así. La última ocasión, trabajaba de sol a sol curando heridos, reconstruyendo la aldea y tratando de imponer orden en el pandemónium de la postguerra. Su ciclo era tan irregular que incluso pasó dos meses enteros sin saber nada al respecto. Sin embargo, aquella vez era fácil atribuir la causa al estrés. Pero ahora todo era distinto.

¿Tienes protección?—preguntó con la voz entrecortada contra sus labios, mirándolo directamente a los ojos.

—No—suspiró.

—Mierda—maldijo en voz baja.

—Iré a comprar—masculló Sasuke con cierta urgencia, apartándose ligeramente de ella.

—No, las farmacias abren por la mañana.

El recuerdo se deslizó por las grietas de su mente, emergiendo con una claridad dolorosa. La conversación, el rostro de Sasuke, el calor de aquel momento suspendido en el tiempo. ¿Qué significaba esto ahora?

Apretó los puños, sintiendo la rabia y la confusión bullir dentro de ella como una olla de presión a punto de estallar.

El sonido del reloj en la pared retumbaba en sus oídos, marcando cada segundo que pasaba como una sentencia.

Se maldijo a sí misma por haber sido tan descuidada al respecto. Ahora debía descubrir si so era por estrés o porque había perdido su virginidad hace seis semanas. La posibilidad de que fuera lo último era mínima, pero aun así lo suficientemente importante para hacerla temblar.

Con las manos temblorosas, se aferró al borde de la mesa, sintiendo el frio del metal contra su fiel. El futuro, una vez tan claro y definido, ahora se extendía ante ella como un vasto océano de posibilidades inciertas.

Sin más remedio, se obligó a apartar esos pensamientos de su mente. No podía permitirse caer en la desesperación, no ahora. Tenía que encontrar respuestas, enfrentar la verdad.

Se despojó de la bata blanca y la colgó en el respaldo de la silla, como si quisiera deshacerse de cualquier distintivo que revelara su identidad. Con movimientos ágiles y precisos, se asomó por la ventana y se deslizó hacia la oscuridad de la noche, como una sombra en fuga.

El aire fresco del verano la recibió con un abrazo mientras caminaba hacia la farmacia más cercana. Jamás habría imaginado encontrarse en una situación tan embarazosa, estaba haciendo un esfuerzo monumental por mantener la calma.

Tras desplazarse un par de metros, el establecimiento saltó a la vista con poca discreción, anunciando su ubicación con un enorme letrero iluminado en la parte superior.

Inconscientemente, contuvo la respiración y cruzó las puertas, enfilando el paso hacía el pasillo deseado.

Le tomó un par de segundos localizar los estantes de su interés; las repisas estaban plagadas de cajas de diferentes tamaños y colores, con logos y letras distintas que tornaban la situación más complicada de lo que ya era.

Echó un vistazo rápido a las diferentes opciones, sin embargo, a causa de sus nervios destrozados, tomó las primeras dos cajas a su alcance y salió corriendo hacia otro de los pasillos.

En un intento por disipar el inminente ataque de pánico que estaba a punto de experimentar, asió una botella de agua y caminó en dirección a la caja, tan rápido como sus piernas temblorosas se lo permitían.

Dejó escapar una maldición al vislumbrar que no era la única persona en la fila. Pensó en dar media vuelta y retirarse, esperar a que todos se marcharan para que nadie fuese testigo de la escena del crimen, sin embargo, tampoco podía prolongar la espera, simplemente buscaba una excusa para no enfrentarse a la realidad, a la verdad.

Tomó una enorme bocanada de aire y se situó detrás del hombre que estaba pagando.

Se aseguró de situar todos los productos de manera estratégica y, en una última pretensión por ocultar la causa de su nerviosismo, situó unas cuantas golosinas sobre las cajas llamativas.

Al llegar su turno, la chica detrás de la caja registradora arqueó una ceja mientras deslizaba los productos por el escáner. Cada pitido parecía resonar más fuerte en los oídos de la kunoichi dorada, quien sentía cómo el color subía a sus mejillas con una intensidad incómoda. Junto a ella, una mujer mayor la observaba con expectación un entusiasmo apenas contenido.

—¿Es todo?—preguntó la cajera en tono neutro, casi hastiada.

Sakura asintió rápidamente.

—Sí, por favor—respondió, su voz apenas un susurro.

—Serían tres mil veintisiete Ryō.

Se apresuró a sacar el dinero, deseando que la embarazosa escena terminara lo antes posible.

—Puede quedarse con el cambio—murmuró, entregando la combinación de billetes y monedas con manos temblorosas.

Con una eficiencia practicada, la cajera colocó los objetos en una bolsa, mientras la octogenaria, con una sonrisa cálida y casi maternal, le deseó buena suerte.

—Espero que sean buenas noticias, querida.

Sakura cerró los ojos con fuerza por un breve instante. Con un agradecimiento apenas audible, tomó la bolsa y salió de la tienda de conveniencia, donde el aire fresco de la noche le ofreció un consuelo temporal.

Se quedó de pie en medio de sendero, con la luna acariciando su piel sin piedad. Tragó las últimas gotas de agua de la botella, sintiendo cómo el frio liquido se deslizaba con dificultad por su garganta. No había tiempo para pensarlo dos veces. Respiró hondo y se dirigió al único refugio familiar que acudía a su mente, con pasos rápidos y decididos.

Llamó a la puerta con urgencia, con el corazón latiéndole frenéticamente en el pecho. Al cabo de un par de minutos, la puerta se abrió de golpe, dejando ver a una Ino muy frustrada, con el cabello rubio alborotado y una expresión de fastidio tensándole el rostro.

—¿Qué demonios te pasa?—preguntó Ino, sus ojos azules entrecerrados.

—Necesito usar tu baño—soltó, desesperada.

Confundida, la heredera del Clan Yamanaka enarcó una ceja perfectamente perfilada.

—¿Qué le pasa al tuyo?

Sakura echó un vistazo por encima de su hombro, como si la respuesta estuviese oculta tras ella.

—Sólo pasaba por aquí—se apresuró a explicar—. Pero no creo poder aguantar más.

La ceja de Ino se levantó aún más, algo que parecía casi imposible.

Ella comenzaba a sentirse frustrada, su amiga demoraba demasiado en darle una maldita respuesta. Haciendo gala del sexto sentido que había aprendido precisamente de ella, notó el rubor de sus mejillas; el brillo en sus ojos. A bocajarro, cuestionó.

—¿Estás con alguien?—Sakura volvió el rostro en dirección al área visible del apartamento, buscando cualquier indicativo que, en definitiva, corroborara su teoría.

—¿Qué?—Exclamó Ino, con las mejillas sonrojadas—. Claro que no.

—Mentirosa—replicó Sakura.

Como si nada, Sai salió de la habitación, cubriendo su modestia con una toalla enredada precariamente alrededor de la cintura. Aún tenía el cabello oscuro húmedo y miró a las dos mujeres con cierta diversión.

—Sakura—la saludó despreocupadamente, como si aquello fuera algo cotidiano.

La aludida se aclaró la garganta, tratando de mantener la compostura.

—Sai.

—¿Has venido a unirte a nosotros?—preguntó, con un tono ligero y burlón.

—No, nada de eso—dijo rápidamente—. Solo necesito ir al baño.

Sai asintió, complacido con su respuesta.

Ahora mismo, Sakura tenía demasiadas preguntas, pero ya se encargaría de someter a su amiga a un meticuloso interrogatorio después.

Por otra parte, Ino parecía dispuesta a estrangularla en el acto.

—Voy a matarte por esto—murmuró.

Sakura sonrió.

—Luego me lo agradecerás.

Lejos de aguardar, entró al apartamento, sintiendo el peso de las miradas de Ino y Sai en su espalda. Sin decir una palabra más, se dirigió hacia la habitación. Al pasar junto a ellos, no pudo evitar fijarse en la ropa desordenadamente esparcida por el suelo, y arrugó la nariz en señal de desagrado.

Al ingresar al cuarto de baño, cerró la puerta y se apoyó en ella para respirar hondo. Rebuscó en la bolsa de plástico las pruebas de embarazo y delegó el contenedor con las golosinas al suelo. Su corazón latía con fuerza mientras leía las instrucciones, intentando concentrarse a pesar de las voces apagadas de Ino y Sai que llegaban hasta ella.

Con manos trémulas, se sentó en el retrete y siguió meticulosamente las instrucciones, asegurándose de hacerlo todo al pie de la letra. Los minutos le parecieron horas, pero finalmente colocó las pruebas en el mueble del baño y tomó asiento, con la mente acelerada por el posible resultado que se vería reflejado en dos varitas de plástico.

Escuchó los sonidos que emanaban de la habitación contigua: el crujido de la ropa, las voces apagas cada vez más suaves, hasta que finalmente, todo se sumió en un silencio absoluto y desconcertante. Tenía la mirada fija en los pequeños dispositivos frente a ella. Tragó grueso, sintiendo los latidos de su corazón reverberar por todo su cuerpo, cada golpe amplificando la sensación de terror que escalaba por su ser. Era como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.

Un recuerdo afloró, imprevisto, de las profundidades de su mente:

Puedo sacarlo antes de terminar—había dicho Sasuke con absoluta seguridad.

Era una mala idea, una muy, muy mala idea.

De acuerdo—accedió ella sin pensarlo dos veces.

Ahora, en la quietud del cuarto de baño, el peso de aquella decisión la oprimía, pesado e inflexible. Se quedó mirando las pruebas, su destino sellado dentro de sus pequeños e inocuos marcos.

Cerró los ojos, esperando que la tormenta en su interior se calmara.

La Sakura de dieciséis años habría reído como una maniaca al verla en esa situación.

Aquello no era exactamente esperar. Se parecía más a una forma de suspensión. Sin suspender nada. No había tiempo.

Pensaba en todo distraídamente Cada una de las posibilidades parecía tan importante como el resto. Ninguna era preferible a otra. La fatiga comenzaba a apoderarse de ella, de su cuerpo, de sus piernas y de sus ojos.

«Kami—pensó—. No volveré a hacer algo similar», suplicó.

—Sakura, ¿por qué tardas tanto?—escuchó la voz de Ino peligrosamente cerca, arrancándola de sus plegarias.—. Espero que no estes estropeando las tuberías ahí dentro.

Ante el comentario de mal gusto puso los ojos en blanco.

—No es nada de lo que imaginas, puerca—dijo.

—Llevas ahí unos diez minutos—señaló su amiga.

Prefirió ignorar el comentario y guardar silencio. Sus ojos se desviaron hacia las pruebas, esperando alguna señal. Cuando no apareció ninguna línea en la ventanita, volvió a tomar la caja: releyó las instrucciones y dejó escapar un suspiro de genuino alivio: no estaba embarazada.

Liberada, tiró las dos pruebas a la papelera, se sonrojó y por primera vez en el día esbozó una pequeña sonrisa.

Estaba preocupándose demasiado.

Se lavó las manos a conciencia, saboreando el agua fría contra su piel, recogió la bolsa del suelo y luego salió del baño, sintiéndose más ligera de lo que se había sentido en días.

—¿Dónde está Sai?—preguntó al no tener atisbo de él.

—Se fue—dijo Ino, encogiéndose de hombros.

Sakura la miró, luego metió la mano en la bolsa y le lanzó una barra de chocolate.

—Consideralo una oferta de paz.

Ino lo alcanzó con facilidad.

—Vas a necesitar más que un chocolate para compensarlo.

Ella se rió y desenvolvió su propia barra, dándole un mordico.

—Cuando llame a la puerta, habría esperado a cualquier otra persona. ¿Pero Sai? ¿En serio?

—¿Qué tiene de malo Sai?—cuestionó Ino, con una pizca de actitud defensiva en su tono.

—Es raro e incómodo.

Ino rodó los ojos.

—Estás siendo demasiado dura. Además, si la decisión de acostarse con alguien se basara exclusivamente en eso, Jiraiya-sama habría muerto virgen.

Sakura soltó una carcajada.

—Además, Sai es divertido. No tiene mucha experiencia, así que puedo moldearlo a mi gusto—

Ella arrugó la nariz, otra vez, en señal de disgusto.

—No seas desagradable, Ino—la amonestó.

Lo último que deseaba era saber los detalles de los escarceos sexuales de sus compañeros de equipo, en especial de Sai.

Ino volvió a reír.

Demasiado cansada para mantenerse otro minuto de pie, se dirigió a la única silla disponible en la habitación, cuando estaba a punto de postrarse, Ino se apresuró a decir:

—Yo que tú no haría eso.

Sakura se detuvo a medio movimiento y miró la silla con desconfianza. Echó un rápido vistazo por la habitación, procurando determinar cual de todas las superficies disponibles no había sido utilizada por su amiga y su nuevo amante.

Al final, optó por apoyarse contra la pared.

Ino se dejó caer de lleno sobre la cama y cruzó las piernas.

—Entonces, ¿vas a contarme de qué iba el subidón?—inquirió.

Sakura tragó grueso, su garganta estrechándose.

—Tienes que ser honesta conmigo, Sakura—la amenazó—. Porque no voy a tragarme ninguna de tus mentiras.

Ella cerró los ojos y dejó escapar un suspiró. Echó un vistazo por la puerta, como si comprobara si había alguien en el rellano.

—Creí que estaba embarazada—dijo a fin.

Al cerebro de Ino le tomó unos segundos apreciar el cambio de táctica.

—No puedes saberlo después de una noche.

Sakura la miró directamente a los ojos y contestó:

—No me acosté con Isamu.

Poco a poco, la incredulidad se apoderó del rostro de la Yamanaka hasta transformar su expresión estoica en un gesto de genuina sorpresa.

—¿Qué?

Sakura respiró hondo.

—¿Recuerdas que te conté que vi a Sasuke hace seis semanas?—Ino asintió lentamente.—. Bueno—continuó ella, su voz temblando ligeramente—, no fui del todo honesta contigo. Hubo algo más que una conversación.

—Oh, por Kami—dijo—. Pero… ¿Tú y Sasuke…?

Las palabras quedaron suspendidas en el aire, no había necesidad de completar la oración, ambas sabían a la perfección de lo que estaban hablando.

Sakura asintió, sus mejillas sonrojadas.

—Sí. Y por eso estaba tan preocupada. No podía soportar la idea de… bueno, ya sabes.

Ino le lanzó un cojín, el cual ella esquivó con facilidad.

—¡Me siento ofendida!—exclamó—. ¿Por qué no me lo dijiste?

Tomó el cojín, lo abrazó contra su pecho y se encogió de hombros.

—No lo sé. Estaba asustada, supongo.

—¿Tan malo fue?

Sakura permaneció en silencio, e Ino dejó escapar un suspiro escandalizado.

—Kami, ¿tan malo fue?—repitió, ansiosa por obtener todos los detalles de su encuentro.

—No fue malo—dijo finalmente Sakura, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Sólo… raro.

—Debe ser decepcionante, darte cuenta que tu amor de la infancia y la adolescencia no es un dios en la cama.

Ella luchó por contener una carcajada.

—Nunca pensé en él de esa manera.

—Mentirosa—la acusó Ino, con un brillo travieso en los ojos.

—Hablo en serio. Era la primera vez para los dos.

Los ojos de la Yamanaka se abrieron de par en par, incrédula.

—¿Tú y Sasuke, los dos vírgenes? Esta historia pierde credibilidad a medida que continuas.

Sakura dio otro mordisco a su chocolate, saboreando la mezcolanza agridulce.

Notando la necesidad de mantener una conversación seria, Ino dejó de molestarla y pregunto:

—No usaste protección, ¿verdad?

Sakura negó con la cabeza.

—Nunca imagine que lo encontraría en Tanzaku, y nunca pensé que eso sucedería.

Ino suspiró y se encogió de hombros.

—Al menos no estás embarazada. Algo es algo.

Ella se mostró de acuerdo.

—Es lo único rescatable de la situación.

Su amiga le dirigió una mirada comprensiva.

—Es un poco deprimente, ¿sabes?

—Todas las primeras veces lo son—replicó Sakura, con un tono teñido de resignación y aceptación.

Ino se mostró de acuerdo con ella.

—¿Seguiste en contacto con él?—inquirió.

—No, y dudo que quiera hablar conmigo.

—¿Por qué?

—Salí corriendo. No sé por qué, pero cuando desperté a su lado, el pánico me invadió. No pude evitar salir de la habitación lo antes posible.—Esta vez pareció muy incómoda cuando alzó la vista para mirarla, casi afligida.—. Me aterrorice cuando me pasó por la cabeza la idea de que probablemente podría estar embarazada. ¿Cómo iba a decírselo? Tenía todos los síntomas: el retraso, las náuseas.

Ino asintió, su rostro lleno de comprensión.

—Sólo lo estabas somatizando. Es una forma del cuerpo de expresar lo que callamos.

Sakura frunció el ceño.

—Somatizando, pero ¿por qué?

—Porque te sientes culpable—le explicó.

Sus labios se apretaron a una fina línea mientras miraba al suelo.

—¿Culpable? ¿De qué?

La Yamanaka se encogió de hombros suavemente.

—No lo sé. Eso es algo que tienes que averiguar.


Las dos citas se prolongaron más de lo que había anticipado, y cuando logró salir del hospital, el sol comenzaba a esconderse en el horizonte, pintando el cielo con tonos naranja y rosa. Las farolas parpadeaban tímidamente, preparándose para iluminar la noche que se avecinaba. La mayoría de la gente se dirigía a casa, ansias por dejar atrás el ajetreo del día y disfrutar de la tranquilidad de la noche.

Con las palabras de Ino resonando en su mente, se dirigió hacia su lugar preferido de dangos. El aire fresco de la tarde le acariciaba el rostro, aliviando un poco el cansancio acumulado. Al llegar al pequeño y acogedor local, mientras se disponía a entrar, se detuvo abruptamente al toparse de frente Isamu. Ambos se miraron de hito en hito, sus rostros reflejando sorpresa y nerviosismo por partes iguales.

Sakura sintió cómo el calor raptó por su rostro, apenada por la situación. Isamu, por su parte, parecía igualmente sorprendido, sus labios formaron una fina línea mientras trataba de procesar el encuentro inesperado.

No había contactado al hombre desde la primera y última cita, y la razón, como siempre, era Sasuke. Ese pensamiento la molestaba profundamente, pues se había prometido a sí misma que seguiría adelante, que dejaría atrás los recuerdos y el dolor asociados a él. Sin embargo, de una u otra forma, siempre acababa regresando a él, como si una fuerza invisible la empujara hacia esos sentimientos no resueltos.

Cada vez que intentaba avanzar, el nombre de Sasuke aparecía en su mente. Se odiaba por ello, por su incapacidad de romper verdaderamente con el pasado. Isamu había sido una bocanada de aire fresco, un nuevo comienzo que le ofrecía una visión distinta de lo que podía ser su vida. Y sin embargo, incluso con esa oportunidad frente a ella, no era capaz de dar el paso decisivo.

Justo en ese instante, se reprochaba su debilidad, su incapacidad de soltar a Sasuke. Sabía que merecía algo más, alguien que la valorara y la hiciera sentir especial. Isamu podría ser esa persona, pero mientras su corazón continuara atado al pasado, jamás podría darle una oportunidad justa. La frustración la consumía, y se preguntaba cuánto tiempo más seguiría atrapada en ese ciclo interminable de esperanza y desilusión.

Durante unos instantes que parecieron eternos, se contemplaron de par en par, el bullicio del mundo exterior desvaneciéndose a su alrededor.

Finalmente, él rompió el silencio con una formalidad que apenas conciliaba su sorpresa.

—Sakura-san—dijo, inclinando ligeramente la cabeza en un saludo respetuoso.

Ella lo imitó, tratando de recuperar la compostura.

—Isamu-san—respondió.

Ambos se quedaron de pie, uno frente al otro, sin saber muy bien cómo proceder.

El corazón le latía con fuerza mientras buscaba las palabras adecuadas.

—Lo siento—dijo al fin, su voz cargada de sinceridad—. No tengo excusas.

Isamu la miró con una expresión indescifrable antes de responder suavemente.

—Está bien.

Ella negó con la cabeza, sus ojos encontrándose con los de él.

—No, no lo está—insistió—. Hablaba en serio cuando dije que había disfrutado de nuestra cita.

Isamu dejó escapar un suspiro, sus hombros relajándose un poco.

—En ese caso—dijo, una leve sonrisa asomándose en sus labios—. ¿Te gustaría quedarte a pasar el rato?

Sakura lo avizoró, sintiendo una cálida sensación de alivio y esperanza.

No estaba molesto con ella.

Tan solo imaginaba cosas.

—Me encantaría—respondió, esbozando una sonrisa que iluminó su rostro.

Juntos, entraron al local, el ambiente acogedor y el aroma a dangos frescos envolviéndolos como un abrazo.

Luego de hacer su pedido, se dispusieron a caminar por las calles de Konoha, Isamu la observó de reojo antes de preguntar.

—¿Tienes frío?

Sin esperar su respuesta, le colocó su chaleco sobre los hombros. Sakura le sonrió, agradecida, notando el calor y la gentileza del gesto.

—Gracias—murmuró, ajustándose la prenda alrededor de los hombros.

Isamu asintió, sus ojos explorando el cielo despejado.

—Hace más frío de lo habitual—comentó—. Me pregunto si lloverá mucho este año.

Sakura miró hacia el horizonte, donde las nubes empezaban a agruparse tímidamente.

—Tal vez—respondió.

Sus brazos casi se rozaban mientras caminaban por los senderos apenas trillados de las afueras de Konoha. Ella inhaló profundamente, el olor a tierra húmeda y varias plantas llenaron su nariz. Una suave nostalgia la invadió, recordando los días de verano corriendo entre los árboles y buscando flores silvestres. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de las partes más puras de ese lugar al que llamaba hogar.

Las hojas crujían bajo sus pies, creando una melodía natural que acompañaba sus pensamientos. La paz del entorno contrastaba con sus emociones. Miró a Isamu, quien caminaba a su lado con una expresión serena, aparentemente inmerso en sus propios pensamientos.

Al cabo de un momento, isamu le contó sus propios recuerdos explorando y jugando entre los árboles, sus ojos brillaban con la emoción de sus aventuras infantiles. Por su parte, Sakura contribuyó poco a la conversación, optando por escuchar atentamente sus cuentos y riéndose de sus chistes.

Después de dos citas, descubrió que el jōnin era bastante hablador, y de manera encantadora. Y eso no le importaba. Era agradable no sentirse inclinada a llenar los silencios. Su compañero era un narrador maravilloso, un conversador ávido y comprometido.

Sin embargo, Isamu escuchaba tan bien como hablaba, halagándola con sus reacciones entusiastas a sus historias sobre sus tiempos en el campo. Prestaba atención absorto y comentaba con interés sobre sus planes de ampliar aun más las instalaciones clínicas mentales para atender a pacientes fuera de las aldeas principales. Sakura se sentía muy cómoda compartiendo incluso sus ideas a medio formar con él.

El cariño comenzaba a echar raíces y no le sorprendía tanto. Isamu era muy afable, su semblante y apariencia agravan a sus sentidos y sensibilidades. Pasar tiempo con él era un placer y siempre resultaba fácil. Las emociones que sentía en su interior siempre se mostraban claramente en su rostro: la timidez oscurecía sus mejillas y la confusión torcía sus cejas. La atracción parecía dientes rectos hundiéndose brevemente en su labio inferior antes de que su boca se inclinara en una sonrisa ligeramente torcida.

—Sabes, desearía haberte conocido antes—confesó en voz baja, su voz igual en volumen al de las ramas que se sacudían suavemente con otra ráfaga de viento—. Me imaginó que habría sido divertido correr entre estos árboles contigo en aquel entonces. Ino siempre dijo que eras la niña más linda que podría haber conocido.

—Hm, no esto segura de eso—resopló Sakura—.Tal vez fue antes de que me creciera la frente.

—Probablemente solo estaba celosa—dijo Isamu, inclinándose ligeramente para susurrarle cerca del oído, lo que provocó que ella se riera entre dientes, nerviosa.

—Ino es la kunoichi más hermosa de nuestra generación—dijo Sakura con total naturalidad—. No creo que alguna vez haya tenido celos de nadie.

—No diría que la más hermosa—se encogió de hombros, girando la cabeza para mirarla a los ojos con una sonrisa de complicidad—. Para mí, hay alguien más que se lleva ese título.

Se sonrojó ante el cumplido indirecto, e Isamu sonrió ampliamente, disfrutando visiblemente su reacción. Puso los ojos en blanco, pero su estómago se sentía como el hogar de un caleidoscopio de mariposas revoloteando con nerviosismo.

Supuso que sentiría más inquietud y deleite ante esa sensación si no hubiera estado dolorosamente familiarizada con las emociones de amor y pasión que calentaban la sangre y detenían el corazón. Esa cálida sensación en su vientre palidecía en comparación con el ardor que había hervido a fuego lento en lo profundo de ella durante años, abrasando sus venas cada vez que se encontraba con aquella mirada oscura. La atracción que sentía ahora parecía tan suave, en contraste con los sentimientos que habían tirado de sus entrañas durante tanto tiempo, tan contundente que casi podía sentir que sus huesos se romperían bajo la presión.

Y aunque su mente sabia mejor, su corazón encontraba que ese delicado encantamiento era demasiado suave, demasiado dócil para liberarla de sus anhelos por algo más áspero, algo que se había tatuando en su carne y resonaba con el ritmo de su pulso: su amor por Sasuke. Incluso mientras disfrutaba de la presencia de Isamu y de su atención, se encontraba distraída por una imagen parpadeante de cabello oscuro en el fondo de su mente, un susurro distante de su voz en su oído.

Devolvió esas imágenes a su lugar, encerradas en su subconsciente, porque se debía a sí misma darle la oportunidad al futuro. Durante mucho tiempo había perseguido vestigios del pasado, aferrándose a restos de afecto medio imaginados, momentos en forma de fragmentos que bien podrían haber sido polvo escapándose entre sus dedos. Si la vida con todos sus triunfos y catástrofes, le había enseñado algo, era que muchas veces la historia era mejor si seguía siendo sólo eso. Especialmente una historia como esa, una devoción no correspondida que la encadenaba a un pasado que nunca existió realmente y la atrapó en sus sueños de posibilidad que nunca llegarían.

No debería haber tardado tanto en llegar a esa conclusión. Jamás debió pretender mantener abiertas las puertas. Sasuke tomó una decisión, meses atrás, le había presentado su corazón y lo había negado por ultima vez.

Mientras caminaban juntos, la brisa suave acariciaba su rostro y el murmullo de las hojas se convertía en una melodía calmante. Sakura se esforzó por disfrutar el momento, por absorber la ternura de la compañía de Isamu sin la sombra de su pasado oscureciendo cada rincón de su mente.

Cuando llegaron a su apartamento, Sakura, con un atisbo de nerviosismo, se atrevió a cuestionar:

—¿Quieres pasar a beber una taza de té?

Isamu miro hacia arriba, evaluando el edificio, y luego regresó a ella, sus ojos llenos de curiosidad y una sonrisa suave en sus labios.

Inmediatamente se sonrojó y quiso abofetearse por lo que acababa de decir. No era su intención sonar tan desesperada. Probablemente, ahora él solo la vería como algo pasajero.

—Lo siento, no quería sonar tan directa. Si te parece incómodo, podemos…

—No, no lo es—la interrumpió—. De hecho, me encantaría.

Sin más preámbulo, ambos subieron los peldaños. Al llegar al piso indicado, Sakura introdujo la llave en la cerradura de la puerta de su apartamento. Al girarla y abrir, un sentimiento de anticipación llenó el aire.

Tan pronto como cruzaron el umbral, se detuvo un instante para contemplarlo. La intensidad de la noche y el deseo acumulado era palpable.

Sin poder resistir más, se lanzaron a un beso con entusiasmo, un roce de labios que encendió la chispa que había estado esperando. La pasión contendida estalló. Con pasos tambaleantes y sin apartarse, se dirigieron al sofá de la sala, con Sakura quedando sobre él mientras profundizaban el contacto.

El calor aumentó rápidamente. Ella se despojó del chaleco, dejándolo caer al suelo con urgencia. Luego le siguió la blusa, desvelando el sujetador negro de encaje.

Isamu la miró con admiración, sus manos explorando su piel con delicadeza y ansias. Cada caricia, cada toque, parecía amplificar la conexión entre ellos.

Fue solo cuando escuchó un carraspeo proveniente de la cocina que Sakura dejó escapar una maldición, sobresaltada. Al levantar la mirada, vio una figura solitaria de pie cerca del comedor. Se levantó rápidamente del regazo de su acompañante, y encendió la luz con un movimiento apresurado, notando que se trataba de un miembro de ANBU.

—Lo lamento, Haruno-san—se disculpó con tono formal—. La ventana estaba abierta.

En un acto reflejo, se cubrió el pecho con ambas manos.

—¿Qué sucede?—cuestionó, procurando no sonar mortificada—. ¿Hay algún problema?

El ANBU hizo una breve pausa, mirando a su alrededor antes de recoger.

—El Hokage solicita verla en su despacho.

—¿Sucedió algo?—inquirió casi sin pensar al mismo tiempo que comenzaba a vestirse rápidamente, sintiendo una punzada de ansiedad.

No todos los días Kakashi se veía en la necesidad de convocarla por medio de sus guardaespaldas. Aquella era la segunda ocasión que lo hacía. La primera vez fue poco después de finalizar la guerra, cuando le notificó que ella sería la ninja médico encargada de la recuperación de Sasuke.

—Lamento no poder darle una respuesta—respondió el ANBU.

Sakura detectó la gravedad implícita en sus palabras.

Echó un vistazo en dirección a Isamu, quien aún estaba sentado en el sofá, confundido. Sin embargo, la ofuscación duró poco y, tan pronto como vislumbró el rostro consternado de Sakura, se puso de pie.

—Lo lamento—dijo cuando acortó la distancia entre los dos.

—Está bien—la tranquilizó—. El deber llama.

Colocó un mechón de cabello detrás de su oreja y sonrió. Sonrojada, Sakura lo acompañó hasta la puerta.

—Nos veremos pronto, ¿de acuerdo?

Ella asintió.

Antes de marcharse, depositó un beso sobre su mejilla.

Una vez que la figura desapareció por el pasillo, Sakura cerró la puerta tras él.

—Espero que lo que tenga que decir el Hokage sea algo bueno, o de lo contrario lo mataré—murmuró para sí misma.


Abrió la puerta sin llamar, un gesto que siempre le había parecido innecesario en situaciones de urgencia. La oficina estaba en silencio, salvo por el tenue murmullo de los papeles moviéndose y el leve zumbido del aire acondicionado. Kakashi estaba allí, de pie junto a su escritorio. El ANBU que la había visto en una situación comprometedora con otro Shinobi ya se encontraba en el despacho, maquillando a la perfección la incomodidad mientras mantenía un postura recta y profesional.

—Gracias por venir tan rápido—dijo Kakashi—. Puede irse, capitán—agregó, dirigiéndose al hombre.

Con un asentimiento apenas perceptible, el joven los dejo a solas, encaminando su partida por la ventana abierta con la intención de tomar su lugar fuera del edificio.

Lejos de esperar una invitación, la kunoichi tomó asiento en una de las sillas desocupadas frente al escritorio.

—Lamento haberte llamado de esa manera, sin previo aviso—dijo su antiguo profesor, su voz suave y pausada.

Ella lo escrutó con frialdad.

—Debería decirle a sus hombres que eviten ingresar a los apartamentos de otras personas cuando no hay nadie en casa—reprochó.

El Rokudaime se quedó en silencio por un momento, sorprendido por su respuesta. Levantó una delgada ceja plateada, claro indicativo de que su réplica había generado cierta curiosidad y también un ápice de diversión.

—Hablaré con el chico—respondió, una sonrisa mostrándose bajo la delgada máscara que le cubría la mitad del rostro.

Sakura se inclinó ligeramente en su asiento, sus orbes fijos en Kakashi, que la vislumbraba con una intensidad difícil de descifrar. La oficina estaba decorada con una austeridad deliberada; las paredes cubiertas con mapas y diplomas, no ofrecían distracciones.

Una vez más, Kakashi rompió el silencio.

—¿Cómo te encuentras?—preguntó casualmente.

Frunció el ceño, la sorpresa cruzando su rostro.

—¿Perdón?

Su mente trataba de entender la razón de su pregunta. No había algo en su actitud que encajase con la sorpresa que sentía. Kakashi lo notó y sin más, se acomodó en su propia silla.

—Shizune comentó que recortaste tus horas en el hospital—continuó.

Ella asintió lentamente, como si cada movimiento requiriera más energía de la que realmente estaba dispuesta a dar.

—Así es—respondió—. Lo hice para tener más tiempo para… reflexionar. Todo está más tranquilo ahora.

Kakashi la escrutó. Solía hacerlo cada vez que mantenían ese tipo de reuniones, era un hábito arraigado, uno que difícilmente desaparecería y que estaba dispuesto a llevarse a la tumba.

—No puedo imaginar lo difícil que debe haber sido para ti saber la situación actual en la que se encuentra Sasuke.

Sakura tragó grueso.

Tenía la impresión de que Kakashi lo sabía todo sin decirlo explícitamente. Después de todo, no solo era un maestro, sino un ninja excepcional cuya astucia y habilidades eran legendarias. Subestimarlo sería, en efecto, una estupidez.

El Rokudaime volvió a levantar una ceja y una sonrisa asomó tímidamente detrás de la máscara, como si el gesto estuviera destino a aligerar el ambiente.

—No puedo culparte—dijo, comprensivo—. Incluso Naruto está pasando por un mal momento.

Se tensó al oír el nombre de su amigo. Todavía le provocaba escalofríos evocar la escena del día anterior, cuando acudió a buscarla con el rostro hinchado por el llanto, temblando violentamente. Sus manos se aferraron firmemente al borde de la silla.

—¿Es cierto?—se atrevió a preguntar, aunque en realidad no quería hacerlo.

Kakashi la miró con una expresión pensativa.

—No puedo decirlo con certeza—respondido lentamente—. Las coincidencias son enormes, pero la situación no es clara del todo.

Sakura frunció el ceño.

—¿No puede hacerlo?—la ironía danzó en sus palabras—. Después de todo, Sasuke era su estudiante preferido.

Él no respondió de inmediato y cuando lo hizo, sonó más a una advertencia que un llamado en general.

—Sakura.

Sin perder el tiempo, y con una determinación que parecía fluir de una fuente desesperación, preguntó directamente.

—¿Es Sasuke o no?

El silencio que siguió al cuestionamiento era denso, casi palpable. Kakashi dejó escapar el aire contenido en sus pulmones, cansado.

—Las pruebas son abrumadoras—confesó, dispuesto a revelarle la gravedad de la situación—. Sin embargo, aun desconozco los motivos detrás de las acciones de Sasuke. No puedo actuar sin entender lo que realmente está ocurriendo.

Sakura se tensó aun más.

—¿Ordenará su captura?—cuestionó con urgencia, casi implorando.

Kakashi sacudió la cabeza.

—No, al menos no de inmediato. Llegue a un acuerdo con los ancianos del consejo. Antes de tomar cualquier medida drástica, debo comprobar la inocencia de Sasuke.

Ella quería echarse a reír como una histérica.

—Enviara a alguien a una misión de espionaje.

Él inclinó ligeramente la cabeza, observándola desde su asiento.

—Sí, pero no se trata de una simple misión de espionaje. La coyuntura requiere mucho más que eso.

Ahora fue el turno de Sakura para estudiarlo por un momento, y de repente, las intenciones de su antiguo profesor se hicieron tan claras como el agua de un arroyo. La comprensión la golpeó con fuerza, y no pudo evitar expresar su frustración.

—No hago misiones de espionaje—espetó, con un tono que mostraba su molestia—. No desde hace mucho tiempo.

—Eres una excelente kunoichi—dijo, con una certeza que no dejaba lugar a dudas.

—Sé que no está haciendo esto por mis habilidades—replicó—. Hay algo más detrás de esto.

Kakashi volvió a esbozar otra sonrisa que apenas se asomaba a través de la máscara.

—Eres brillante, por esa razón siempre has sido mi preferida.

Puso los ojos en blanco, desafiando con la mirada el cumplido que parecía más una sucia táctica de manipulación que un elogio genuino.

—Si enviamos a Naruto, sería demasiado obvio, al igual que si enviamos a otro shinobi. Eso solo nos dejaría al descubierto.

Sakura arqueó una ceja, cuestionando el razonamiento.

—¿No sería lo mismo conmigo? ¿No le parece que también podría resultar obvio?

Kakashi sacudió la cabeza.

—No, las cosas son diferentes contigo—Sakura parecía confundida, y Kakashi le explicó—: Siempre noté que Sasuke tenía una cierta fascinación contigo. No podría decir con exactitud de qué tipo, pero está ahí. Tengo la certeza de que puedes acercarte a él sin levantar sospechas.

Ella lo miró confundida.

—¿Cómo está tan seguro de eso?

El Rokudaime se inclinó ligeramente hacia adelante, sin apartar la mirada de Sakura.

—Sasuke siempre ha mostrado una compleja mezcla de admiración y respeto hacia ti. Quizá sea porque has sido una de las pocas personas en su vida que realmente lo ha desafiado y comprendido en un nivel más profundo. La idea es que, si puedes acercarte a él, podrías ganar su confianza, o al menos, conseguir la información que necesitamos.

Sakura arrugó el ceño, su mente tratando de abarcar la complejidad de la situación.

—¿Cómo? ¿Seduciéndolo?—preguntó, la incredulidad evidente en su voz.

—No, no se trata de seducirlo—respondió, ajustando su postura—. Sino de mantener su interés. Eres una kunoichi bastante inteligente. Necesitamos que seas interesante para él, que encuentres un camino hacia su mente. Si puedes despertar su curiosidad y desviar su atención hacia algo que no pueda simplemente exigir, entonces podrías lograr lo que queremos.

Notó como sus entrañas se removían al escuchar la sugerencia.

—¿No cree que eso es manipulación?

—Lo es, en cierto modo. Pero el objetivo es obtener la información que necesitamos para evitar mayores conflictos. Sasuke es un hombre ambicioso, y lo que lo impulsa es la búsqueda de desafíos, de algo que lo mantenga estimulado—continuó diciendo Kakashi—. Las cosas que se obtienen fácilmente tienden a aburrirlo. El sexo, por ejemplo, es una de las cosas más fáciles de conseguir para él. Incluso si tienes una relación física con él ahora, no sería suficiente para retenerlo o ganar su lealtad. Tendrá que ser algo más que eso, y tú se lo harás ver.

Cerró los ojos nuevamente, intentando calmar el tumulto en su mente.

—Sasuke no es estúpido—dijo finalmente—. Él sabrá que algo está ocurriendo.

—Por supuesto. No estoy subestimando su inteligencia. Es un shinobi astuto y perspicaz. Pero también sabemos que, si alguien puede manejar la complejidad de esta misión, eres tú.

Sakura lo miró, escéptica.

—¿De verdad cree que puedo manejarlo?

No se estaba refiriendo a la misión, si no al último sobreviviente del Clan Uchiha.

—Si no creyera en tu capacidad, no te lo estaría diciendo ahora mismo. Confió en tus habilidades y en tu juicio.

Ambos se sumergieron en un silencio contemplativo que se extendió por uno o dos minutos.

—Sasuke es un ninja increíblemente peligroso. Adquirió gran parte de su poder gracias a su inteligencia y astucia. Sus motivos actuales son un misterio incluso para aquellos que lo conocen desde hace mucho tiempo. Es excepcionalmente aislado y voluble.

Sakura soltó un suspiro exasperado.

—En caso de aceptar… ¿qué pasará con el hospital? ¿Tsunade-sama está de acuerdo con todo esto?

—Tsunade-sama fue quien sugirió que tu ejecutaras la misión—reveló—. Ella cree que tienes la habilidad fortaleza necesaria para llevar a cabo esta encomienda.

La noticia fue como un impacto directo en el pecho. La preocupación por el hospital y el trabajo que debía dejar atrás se entrelazaban con el desafío que tenía por delante. El hecho de que Tsunade hubiera respaldado esa decisión solo aumentaban el peso de la presión que sentía.

Sus pensamientos giraban en torno a la dificultad de la misión y las implicaciones personales que conllevaba.

Ajeno a su conflicto interno, Kakashi extendió un pergamino hacia ella, su expresión seria y resuelta.

—Será una misión larga—murmuró—. La inocencia o culpabilidad de Sasuke dependen del éxito que tengas. Las instrucciones detalladas de lo que debes hacer están en el pergamino.

Sakura contempló el objeto más tiempo del que debería, su mano tembló ligeramente ante el peso simbólico de lo que estaba aceptando.

—¿Cuándo debo marcharme?—fue lo único que se atrevió a preguntar.

—Cuanto antes, mejor—dijo el Rokudaime sin titubeos, la urgencia en su tono clara.

—Está bien—dijo sin más, mientras se ponía de pie y daba media vuelta para salir de la oficina.

Antes de que pudiera dar más pasos, Kakashi la llamó.

—Sakura.

Ella se detuvo y lo miró por encima del hombro, esperando sus palabras.

—Te deseo la mejor de las suertes—espetó—. Sé que puedes hacerlo.

Sakura asintió una vez más.

Sin nada más que agregar, se marchó, dejando atrás la oficina. Sabía que la tarea seria ardua y peligrosa, pero también era consciente que debía hacerlo, no solo por Sasuke, sino por todos aquellos que contaban con ella.

Continuará


N/A: ¡Hola, hola gente bonita! Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que actualice este fic, pero aquí estoy de regreso, con una actualización de esta historia recién salida del horno.

Lo cierto es que me enfoque tanto en Heredera de la Voluntad de Fuego, que desplace este fic. No es por falta de interés, también necesitaba pulir algunos puntos para no dejar cabos sueltos y comenzar a escribir los capítulos sin distracciones o problema alguno.

Les prometo que, en el próximo capítulo, las cosas entre nuestros protagonistas se pondrán más interesantes. Como he dicho desde el principio, estos capítulos han sido introductorios para dar pie a la historia entre Sasuke y Sakura, así que, a partir de aquí, todo es cuesta arriba.

Sin nada más que agregar, agradezco su infinita paciencia y su invaluable apoyo. No sé cómo compensar el hecho de que tomen parte de su tiempo para leer y dejar un bonito comentario al respecto. Saben que siempre estoy atenta a todo lo que tienen que decir y aprecio sus palabras de aliento, así como sus follows y favorites.

Les envió un fuerte abrazo. ¡Cuídense mucho!

¡Nos leemos pronto! ¡Bye, bye!