Disclaimer: Los personajes y el universo donde se desarrolla está historia no son creaciones mías ni me pertenecen, todo es obra de Masashi Kishimoto.
Nada va a lastimarte, cariño
Capítulo 8
Por la deuda que tengo, debo vender mi alma
El cuarto estaba bañado por una luz tenue y cálida que entraba a través de las cortinas de lino claro. El sonido constante del reloj en la pared marcaba un ritmo tranquilizador, y en el aire flotaba el sutil aroma de las hierbas medicinales y un leve rastro de tinta. Sakura yacía postrada junto a Kazue, la chica de cabello oscuro que había llegado hacía apenas unos días.
Aunque el silencio solía incomodar a muchas personas, entre ellas se había convertido en un puente. Sakura, con un cuaderno abierto sobre sus rodillas, observaba atentamente los movimientos que realizaba Kazue con las manos, buscando en cada gesto una oportunidad para entenderla mejor. En ese pequeño y acogedor espacio, se sentía más conectada con la vida que en las misiones llenas de adrenalina que alguna vez definieron su camino ninja.
—¿Crees que puedas enseñarme más sobre la lengua de señas?—preguntó con suavidad, sus labios curvándose en una sonrisa paciente. Kazue asintió, entusiasmada. A pesar de las barreras que el mundo estaba empeñado en imponer, las dos habían encontrado la manera de comunicarse.
El progreso era lento, pero constante. Sakura no era solo una aprendiz; estaba comprometida a fondo. Había comprado algunos libros y pergaminos, los cuales estudiaba cada noche bajo la luz amarillenta de la lámpara de su escritorio, antes de ir a dormir. Cada signo aprendido era una pequeña victoria, un paso más hacía un entendimiento más profundo.
Mientras Kazue se preparaba para enseñarle otro signo, Sakura la interrumpió con delicadeza.
—Kazue, ¿puedo hacerte otra pregunta?
La chica ladeó la cabeza, curiosa. Sakura tomó la pizarra mágica y escribió lentamente: "¿Cuántos años tienes?"
Ella tomó el bolígrafo con manos seguras y escribió con elegante caligrafía: "17", seguido de un pequeño añadido: "Los cumplí hace tres meses."
Leyó las palabras y sintió una punzada en el pecho. Diecisiete años. Era una edad tan llena de posibilidades, y sin embargo, aquí estaba esa joven, atrapada en una historia que apenas comenzaba a entender.
No hace mucho tiempo ella había tenido la misma edad y, al igual que Kazue, había contemplado un sinfín de horrores durante la guerra.
Volvió a tomar la pizarra y plasmó la siguiente pregunta: "¿Dónde están tus padres?"
Kazue frunció el ceño, y Sakura notó el leve temblor en sus manos al alcanzar el dispositivo de comunicación. Por un segundo o dos, pareció debatirse, como si las palabras que iba a escribir fuesen demasiado grandes para el pequeño espacio. Finalmente, el bolígrafo se deslizó sobre la superficie:
"Mi padre murió en un derrumbe de una mina de carbón junto a mis dos hermanos, hace tres años. Mi madre vino aquí a buscar trabajo, pero nunca regresó."
Sakura leyó y releyó la respuesta, cada palabra era como un kunai que se clavaba en su corazón. La sencilles del relato hacía que la tragedia se sintiera aún más cruda, más devastadora. Alzó la vista hacia Kazue, quien mantenía la mirada baja, con los hombros tensos, como si temiera un juicio que nunca llegaría.
Por un instante, el peso de la soledad de Kazue la golpeó. Huérfana. Había visto a tantos niños co ella: Naruto, con su eterna sonrisa para ocultar el vacío; Sasuke, envuelto en su dolor como una armadura; Kakashi, cuya tristeza siempre escondía tras una máscara.
Tragó grueso, tratando de disipar el nudo en su garganta, sin embargo, la tristeza seguía allí, enraizada. Se obligó a tomar una bocanada de aire, larga y profunda, solo para mantenerse firme. No podía permitirse flaquear, no delante de ella.
Entonces, decidió formular el siguiente cuestionamiento, el mismo que había rondado por su mente desde que ella cayó en sus manos y leyó su diario.
"¿Trabajabas en el prostíbulo?"
Kazue, con la misma calma inquietante que antes, asintió. Su mano volvió a la pizarra y escribió con una claridad que hacía que sus palabras dolieran más: "Sí, pero no como prostituta. Limpiaba los cuartos y ayudaba a las chicas con lo que necesitaran: ropa limpia, medicinas… drogas."
Un escalofrío le recorrió la espalda. Era difícil imaginar a alguien tan joven en un entorno tan cruel. Intentó mantener a raya sus emociones; la rabia, tristeza e impotencia se arremolinaban en su pecho. En su trabajo como ninja médico, había enfrentado muchas situaciones difíciles, pero esa historia tocaba algo más profundo, algo que la hacía sentir terriblemente pequeña frente a las realidades del mundo.
"¿Cómo fue qué ocurrió lo de tu embarazo?" preguntó con cuidado.
Kazue levantó la cabeza, y por un instante, algo similar a un destello de incomodidad cruzó por su rostro. Antes de que pudiera tomar el bolígrafo, un golpe a la puerta las interrumpió.
—Sakura—llamó Kodoku desde el otro lado.
Cerró los ojos un momento, tratando de encontrar el equilibrio entre su obligación y su deseo de no abandonar a Kazue. Se giró hacia ella con una sonrisa, intentando suavizar el abrupto final de la conversación.
—Continuaremos después—dijo—. Prometo que volveré.
La chica asintió, aunque su mirada era más distante que antes. Sakura se levantó y dejó el cuaderno sobre la mesa, resistiendo la tentación de proporcionarle un fuerte abrazo, algo que no sería suficiente para consolarla. Mientras se dirigía a la puerta, no pudo evitar echar un último vistazo hacia la joven, su figura tan pequeña y vulnerable contra el fondo de la habitación.
Al abrir la puerta, Kodoku la esperaba con los brazos cruzados. Había algo en su expresión que indicaba que lo que tenía que decirle no podía esperar. Ella respiró hondo una vez más, procurando apartar su mente de lo que acababa de atestiguar y centrarse en lo que estaba por venir.
El pasillo estaba iluminado con la misma luz tenue que el resto del edificio, no obstante, el ambiente allí se sentía más frio, más austero. Sakura cerró la puerta detrás de ella.
—¿Conseguiste averiguar algo sobre su familia?—preguntó la encargada sin rodeos, con ese tono práctico que implementaba cuando hablaba con los pacientes.
Sakura asintió.
—Sí. Su padre murió hace tres años en un derrumbe de mina, junto con dos de sus hermanos. Y su madre… desapareció cuando vino aquí buscando trabajo. No tiene a dónde ir.
Kodoku dejó escapar un suspiro, resignado y cansado por partes iguales.
—Como la mayoría de los huérfanos de la aldea—respondió.
—Kodoku-san—la llamó—, no tiene a donde ir y está embarazada—insistió, un punto de vista que la encargada no compartía.
—Está no es una casa de beneficencia, Sakura—replicó—. Su estadía ya se ha prolongado más de la cuenta.
Ella notó como su pecho se comprimía. Aquella respuesta no la sorprendía, pero escucharla en voz alta era un recordatorio de la cruda realidad. Levantó la vista y contempló a la mujer, su expresión más seria.
—No puedes pedirme que simplemente la eche a la calle.
—¿Entonces cuál es tu plan?—respondió Kodoku arqueando una ceja.
Sakura apretó los labios. Había pensado en ello, pero las opciones que surgían en su mente eran limitades y desesperadas. Finalmente, exhaló y dijo:
—Tampoco voy a enviarla de vuelta al prostíbulo. La persona que le hizo esto está ahí.
Kodoku parpadeó, claramente sorprendida, pero su semblante no cambio demasiado.
—Entiendo—dijo finalmente—. Es la primera vez que estamos en una situación como está, pero tampoco será la última, créeme.
Sakura frunció el ceño, sus manos tensas a los lados.
—Entonces yo me haré cargo—espetó—. Me quedaré con ella. Me ocuparé hasta que encuentre un lugar seguro para Kazue y el bebé.
La encargada cerró los ojos y soltó un suspiro cansino.
—Está bien—accedió finalmente—. Pero tienes hasta un mes después de que nazca el bebé. Mas tiempo no puedo ofrecer.
Ella asintió agradecida, aunque consciente de la presión que recaía sobre sus hombros. Miró de nuevo hacia la puerta de la habitación donde se encontraba Kazue, sabiendo que sus palabras acababan de cambiar el rumbo de ambas vidas.
Dispuesta a iniciar con la jornada, caminó por el pasillo hasta llegar a la sala de espera.
En el centro, una mujer de porte elegante y belleza impactante permanecía de pie. Su cabello, perfectamente arreglado, caía en suaves ondas, y su mirada, afilada como una cuchilla, la analizaba con un aire de superioridad que hacía que el espacio luciera aún más reducido.
Sakura respiró hondo.
—Lo lamento, pero las consultas aun no comienzan—dijo amablemente—. Si requiere atención médica, puede formarse y esperar su turno, a menos que se una emergencia.
La mujer ladeó ligeramente la cabeza, el comentario de Sakura le resultaba estúpidamente trivial, y se lo hizo saber al levantar la mano y formar un gesto, desechándolas.
—No estoy aquí para una consulta—respondió, fría y precisa—. Estoy buscando a alguien—añadió—, Una niña, para ser más específica. De este tamaño, delgada, cabello oscuro, tez pálida.
Su cuerpo se tensó al instante. Su mente trabajó a toda velocidad para unir las piezas del rompecabezas que esa mujer desplegaba ante ella. Estaba hablando de Kazue.
—No he visto a nadie a si—negó en rotundo.
La mujer dejó escapar un suspiro, como si la respuesta fuera predecible pero igualmente decepcionante.
—Qué lástima—murmuró—. Tal vez mi hermano se confundió. Mencionó que acudió a verlo hace unas semanas.
—Debe haber sido un malentendido—dijo, buscando una excusa que desarmara cualquier sospecha—. Aquí no hemos recibido a nadie con esas características.
Ella evaluó la autenticidad de su respuesta. Finalmente esbozó una sonrisa fría que no alcanzó sus ojos.
—Se lo haré saber—dijo, acomodando el elegante chal sobre sus hombros. Luego se giró hacía la puerta—. Ahora, si me disculpa.
Con la misma elegancia con la que había arribado, salió del consultorio sin mirar atrás.
Sakura se quedó de pie durante unos minutos, escuchando el eco de sus pasos alejándose por el pasillo. Una sensación inquietante le recorrió el cuerpo, un mal presentimiento que le erizó la piel. Albergaba la certeza de que aquello no era una simple visita de rutina, y que esa mujer representaba un peligro inminente para Kazue.
Apretó los puños. Fuera lo que se avecinaba, no permitiría que nadie más le hiciera daño a la chica.
El cuarto donde descansaba yacía sumido en una penumbra opresiva, iluminado a duras penas por la luz que se colaba a través de la ventana cubierta de polvo. El aire era pesado, atestado con el aroma metálico y penetrante del encierro. Acostado sobre el suelo frío y áspero, con el brazo descansando al costado de su cuerpo, mantenía la mirada fija en el pecho.
La conversación con Sakura se repetía en su mente una y otra vez, como un eco incesante, cada palabra, cada expresión grabadas con una claridad que lo atormentaba. ¿Realmente había creído que sería capaz de matarla? Se cuestionaba eso en bucle, punzante, y con cada iteración sentía el peso de una culpa que no se atrevía a reconocer del todo.
Cerró los ojos, procurando ahogar la marea de de emociones que se agitaba en su interior, mas no lo logró. La imagen de Sakura —su rostro endurecido, los ojos llenos de desconfianza. Volvía a él con la misma intensidad. Tragó con dificultad, el simple hecho de pensar en ella le formaba un nudo en la garganta.
Siempre fue un chico reservado, distante, que nunca encontró interés en los escarceos románticos ni en los lazos que otros consideraban esenciales. Pero Sakura… Sakura era diferente. Era la única mujer con la que compartía algo que se asemejara a la intimidad, y por ella había albergado sentimientos que ahora parecían más un castigo que consuelo.
Y ahora, allí estaban de nuevo, enfrentados. La falta de confianza, el peso de su desdén, eran como dagas que se hundían lentamente en su pecho. ¿Lo detestaba? ¿Lo odiaba? Solo imaginarlo hacia que un fuego incómodo se encendiera en su interior. El pensamiento lo irritaba, lo devoraba.
Con un gruñido bajo y frustrado, se incorporó. Camino hacía el baño. Frente al espejo, alzó la mirada y se enfrentó a su reflejo. Los ojos dispares que le devolvían la mirada lucían más sombríos que nunca, contenían la carga de una vida entera de errores y pérdidas.
Abrió el grifo y permitió que el agua helada fluyera entre sus dedos antes de inclinarse y sumergir la mano en ella. Se lavó el rostro, desesperado, buscando borrar algo más que el sudor o el cansancio.
Al levantarse, el agua goteaba por su barbilla, mojando la tela de su camisa. Pero eso no le importo. Se limitó a permanecer allí, con la mano apoyada al borde del lavabo y la cabeza gacha, respirando profundamente.
Cerró los ojos, el simple gesto trajo consigo un torrente de memorias que lo golpearon con fuerza. La imagen de Sakura, sus ojos entrecerrados y el cabello desordenado, volvía a él con una claridad que le robaba el aliento. Su mente, traicionera, lo sumergió en el recuerdo de aquella noche, del calor de su piel, de la suavidad de su respiración contra su cuello, del modo en que su cuerpo encajaba con el suyo.
Era una remembranza tan vívida que por un segundo tuvo la impresión de que la estaba viviendo de nuevo, sus manos, su aliento… el estremecimiento que los recorrió cuando ambos cruzaron esa línea que nunca habían planeado cruzar.
Dejó escapar una maldición entre dientes, un sonido bajo y rudo que reverberó en el pequeño cuarto de baño. Abrió los ojos bruscamente y se obligó a mirarse en el espejo.
Lo que vio lo hizo estremecerse. Su reflejo lo enfrentaba con brutal honestidad. Su rostro estaba demacrado, las sombras bajo sus ojos más profundas que nunca. Se veía más viejo más cansado, como si la suma de errores y remordimientos estuviese grabada en cada línea de su piel.
—Me veo como una mierda—murmuró para sí mismo, desdeñoso. Tal vez, pensó, era exactamente lo que merecía.
Había traicionado su confianza. Sakura, quien le ofrecía más de lo que consideraba merecer, ahora lo veía como un enemigo. Había destruido todo con sus propias manos.
Y, más allá de ella, estaba su aldea. Konoha. Le prometió a Itachi protegerla, había jurado luchar por un futuro mejor, pero ahí estaba, atrapado en una maraña de decisiones cuestionables, oscilando en la delgada línea entre la lealtad y la traición.
Frustrado, salió del baño. De regreso en la habitación, se detuvo en seco al notar un movimiento inusual en la penumbra. Sus ojos se enfocaron rápidamente en la figura oscura que descansaba sobre el respaldo de una silla: un cuervo, elegante y siniestro, lo observaba con la cabeza ligeramente inclinada.
El ave soltó un graznido bajo, impaciente y Sasuke frunció el ceño. En una de sus patas llevaba un pequeño rollo de papel atado.
Con un suspiro pesado, Sasuke avanzó hacia el animal, que permanecía inmóvil, salvo por el parpadeo de sus ojos negros, perforando los de él. Desató la misiva con rapidez y desenrolló el papel en busca de respuestas.
La nota era breve, insultantemente escueta: "Reunión de emergencia. Necesitamos tu presencia de inmediato". No había nombre, solo un sello que reconoció al instante.
—Maldita sea—dijo entre dientes, arrugando el papel mientras el cuervo alzaba el vuelo, dejando tras de sí un leve aleteo y el eco de un graznido que resonó en la habitación vacía.
Sin más tiempo para cavilaciones. Cruzó la habitación y se dirigió a la esquina donde había dejado su capa y equipo. Ahora su mente giraba en los posibles motivos que desencadenaban esa convocatoria. Emergencias como esa no eran frecuentes, y el tono de la carta sugería algo más grave de lo habitual.
Ajustó con rapidez los broches mientras una parte de él deseaba ignorar la nota, quedarse y dejar que el mundo se desmoronara sin su intervención. Sin embargo, no era una opción.
Terminó de vestirse y recogió su espada, asegurándola en su espalda. Antes de salir, echó un último vistazo al cuarto, su mirada recorrió la cama desecha, las sombras persistentes en las esquinas. Todo en ese espacio era una metáfora de su propia vida: incompleto, desordenado, teñido de incertidumbre.
Con un suspiro profundo, abrió la puerta y salió, dejando atrás la habitación y los pensamientos que lo atormentaban.
Cuando llegó al punto de encuentro, se mantuvo firme en la entrada. Los hombres que custodiaban la puerta principal lo reconocieron e inmediatamente le permitieron ingresar, indicándole que el jefe se encontraba en su oficina, como de costumbre.
Lejos de saludar, pasó de largo y se dirigió hacia la habitación. Tan pronto como abrió la puerta, el olor a tabaco, alcohol y sexo alcanzaron sus fosas nasales, un hedor que impregnaba el aire que personificaba la decadencia del hombre frente a él.
Entre sus piernas se encontraba una chica, debía ser una de las trabajadoras del prostíbulo. Estaba tan absorto en el placer que le brindaba la mujer que ni siquiera se percató de su presencia, o al menos no de inmediato.
Sasuke carraspeó, llamando su atención de inmediato. Masamune sonrió, colocó una mano en la cabeza de la chica para detenerla y, pocos segundos después se levantó con languidez, acomodándose el cintura a la par que lo observaba detenidamente.
—Vaya, vaya, si no es nuestro hombre de hielo—soltó, su voz grave y arrastrada. Dio un paso hacia él, evaluándolo con la mirada de arriba hacia abajo, como un depredador escrutando a su presa—: Te ves hecho una mierda. Deberías relajarte un poco, ¿no crees?—añadió, señalando con gesto despreocupado hacia la puerta por la que la joven acababa de salir—. Todas están limpias, te lo aseguro. Podrías pasar un buen rato.
—Sabes que no estoy aquí para eso—dijo, tajante—. ¿Por qué me llamaste?
Masamune soltó una carcajada seca, una burla descarada. Se acercó al carrito con botellas de licor y comenzó a servirse una copa.
—Siempre tan serio, tan… estoico.—Le tendió el vaso, mismo que Sasuke ignoró, antes de beber él mismo un largo trago—. Pero bueno, supongo que eso es lo que te hace tan útil.
Sasuke no respondió. Estaba habituado a la grotesca personalidad de Masamune. Para fortuna del hombre, Orochimaru le había enseñado una serie de técnicas para mantener la compostura en situaciones complicadas, por lo que, si debía agradecerle a alguien de continuar con vida era a su antiguo maestro.
El hombre dejó caer su cuerpo pesadamente en la silla. Sasuke, con los labios tensos, permaneció de pie frente a él con una expresión perfectamente neutral, aunque la ligera rigidez en su postura sugería una incomodidad latente.
—Solicitaste verme—dijo, expectante.
Masamune levantó la mirada. Una chispa burlona iluminó sus ojos oscuros.
—Así es.—Dejó la copa sobre el escritorio y entrelazó los dedos, inclinándose hacia adelante—. Quería preguntarte sobre alguien.
Sasuke asintió lentamente.
—Adelante.
El hombre se recostó nuevamente en su silla, estiró las piernas con indolencia.
—La ninja médico de cabello rosado. Es de Konoha, ¿no?
Aunque tenía la certeza de que no había dado ninguna muestra externa de alteración, hizo una pausa antes de responder, lo suficientemente prolongada para que Masamune esbozara una sonrisa taimada.
—¿Estás seguro?—preguntó Sasuke al fin.
—Tan seguro como que el sol sale por el este. Tiene el mismo acento que tú—respondió, divertido por la aparente indiferencia del Uchiha.
—Al igual que la mitad del País del Fuego—replicó con calma—. Debes tener más motivos para sospechar de ella.
Masamune alzó una ceja y su sonrisa se transformó en una mueca de fingida incredulidad.
—¿No es curioso que aparezca justo cuando estamos en medio de tantas… complicaciones?
—Coincidencia—dijo sin dejar entrever si realmente creía en lo que decía.
—Tuviste una compañera llamada Sakura, ¿verdad?
La mención del nombre fue como una flecha lanzada al aire. Sasuke no parpadeó, no movió un músculo, sin embargo, sabía que su jefe era experto en leer entre líneas.
—Haruno Sakura. Una locura.—Hizo una pausa—. ¿Piensas que se trata de ella?
—Cruzo por mi mente—admitió, con un tono tan casual que resultaba inquietante.
Sasuke soltó un leve resoplido, entre incredulidad y desdén.
—Dudo que ella sea tan monstruosa como mi compañera.
Masamune volvió a reír, ladeando la silla mientras jugaba con el filo de un pequeño cuchillo que había tomado del escritorio.
—No lo sé—se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas—. El día que acudió a encararme, pensé que la intimidarías. Eso pasó con la otra ninja médico. Pero ella…
Se detuvo y alzó una ceja a la par que buscaba las palabras adecuadas.
—Se quedó ahí de pie, mirándome. Tiene un rostro descarado y unos ojos tan firmes como piedras.—Sonrió de manera extraña, como si recordara el encuentro con una mezcla de respeto y desprecio—. Es desconcertante cuando te mira fijamente, ¿sabes? Es como si tu madre te regañara.
Al igual que en otras ocasiones, Sasuke no respondió de inmediato. Su rostro permaneció inmutable, pero su mente estaba lejos de la habitación, perdida en el recuerdo de esos mismos ojos que, en otro tiempo, habían brillado con una devoción inquebrantable hacia él.
—¿De verdad crees que es una espía?—preguntó-
Masamune hizo girar el cuchillo entre sus dedos antes de lanzarlo hacia el escritorio, donde se clavó con un sonido seco.
—No lo sé.—espetó—. Pero, dime, ¿estás seguro de nunca haberla visto en Konoha?
—No lo creo. Además, he pasado más tiempo fuera de Konoha que dentro. No conozco a todas las personas de la aldea.
Masamune lo observó con una expresión pensativa y, tras un momento, asintió lentamente.
—Tienes razón. Tal vez estoy viendo fantasmas donde no los hay—suspiró con un deje de frustración, pasándose una mano por el cabello desordenado—. Aunque, sinceramente, creo que me estoy volviendo loco.
Sasuke levantó una ceja con curiosidad.
—¿Por qué lo dices?
El hombre dejó escapar una risa breve y amarga antes de recostarse en la silla con exagerada preocupación.
—Jingu y Suiko. Esas dos me están haciendo perder la cabeza.
—¿Se están convirtiendo en un problema?
Masamune gruñó.
—Han sido un dolor en el trasero desde que tengo memoria. Pero últimamente, tengo la impresión de que están conspirando a mis espaldas.
Sasuke lo miró con seriedad.
—Son tus hermanas.
—Lo son—Masamune rió con desprecio—. No obstante, también las conozco mejor que nadie. Lo único que se interpone entre ellas y el poder soy yo.
Él no respondió.
—Debo asegurarme de que alguna de las dos se embarace pronto. Si no lo logro, esas brujas va a cortarme los testículos y quedarse con todo.
Todavía le resultaba asqueroso el hecho de que sus hermanas también fuesen sus esposas, reconocía que las dinámicas familiares del clan Tenshihari eran aún más retorcidas de lo que imaginaba.
—¿Me llamaste solo para desahogarse?
—En parte, sí. Pero también tengo un encargo para ti.
Sasuke frunció el ceño.
—¿Qué clase de encargo?
—¿Recuerdas a la niña que se encargaba de la limpieza?—apoyó ambos pies al borde de la mesa, inclinándose hacia atrás en su silla con un gesto despreocupado.
—Vagamente.
Dejó escapar un suspiro teatral.
—Bueno, resulta que fui un poco descuidado.
Sasuke no dijo nada, pero su ceño se profundizo, intuyendo que la conversación tomaría un giro desagradable.
—La niña está embarazada—continuó diciendo, su tono lleno de indiferencia—. Pensé que mis hombres se habían encargado de ella, pero parece que no.
—¿Encargado de ella?
Masamune ignoró la pregunta y colocó las manos detrás de su cabeza como si fuera lo más normal del mundo.
—El asunto es que creo que ahora está bajo el cuidado de la ninja médico. Jingu fue está mañana a la clínica, ya sabes, para averiguar algo.
Sasuke mantuvo la postura rígida, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Y qué encontró?
—Nada concreto—admitió—. Ella lo negó todo, pero no estoy convencido. Tengo la certeza de que la niña está ahí.
El encargo comenzaba a tomar forma, y lo que esperaba de él no era difícil de deducir.
—¿Me estás pidiendo que me deshaga de la niña?
Masamune rió.
—Básicamente.
La risa de Sasuke resonó en la habitación, seca y desprovista de humor.
—No hago ese tipo de trabajos—dijo con desdén—. Puedes pedírselo a cualquiera de tus hombres.
Sin más, dio media vuelta y comenzó a caminar hacía la puerta.
—Uchiha.
La voz de Masamune lo detuvo a medio camino, fría y cargada de una advertencia implícita. Sasuke se giró un poco, apenas lo suficiente para verlo de reojo.
—Recuerda cuál es tu lugar—dijo—.No olvides para quién trabajas.
Sasuke apretó los labios, mas no respondió. Simplemente abrió la puerta y salió de la oficina.
Se detuvo un momento mientras revolvía el guiso, escuchando la risa melodiosa de Miyuki que llenaba el pequeño espacio de la casa.
—¿De qué están hablando?—preguntó, curiosa, girando la cabeza hacia las dos chicas que estaban sentadas cerca del tatami.
Miyuki sonrió ampliamente mientras miraba a Kazue, quien intentaba ocultar su rostro detrás de un mechón de cabello oscuro.
—Kazue cree que eres muy bonita, Sakura-san. Dice que debes tener un montón de admiradores.
Ella soltó una risa suave, sacudiendo la cabeza mientras volvía a centrarse en la comida.
—No es así, para nada—respondió con una pequeña sonrisa, recordando a Isamu, el chico con el que había salido brevemente antes de tomar esa misión.
—¿No?—Miyuki alzó una ceja, divertida—. Estas siendo modesta, Sakura.
La kunoichi negó.
—Hablo en serio. En realidad, nunca tuve mucho tiempo para enfocarme en el romanticismo.
La sonrisa se desvaneció casi imperceptiblemente, reemplazada por una sombra de melancolía. Su mente vagó hacia el pasado, a esas palabras que Sasuke había recitado durante la guerra.
Después de eso, sus interacciones se habían visto limitadas a las visitas monitoreadas en la prisión y, luego a perderle el rastro por completo cuando comenzó con su viaje de redención.
Colocó los últimos platos sobre la mesa improvisada y miró a las chicas con una sonrisa.
—La cena está lista.
Se acercó a Kazue y le entregó un pequeño plato con una cuidadosa selección de vegetales.
—Tienes que comer esto—le dijo—. Necesitamos deshacernos de esa anemia cuanto antes.
Kazue asintió tímidamente, tomando el plato con manos temblorosas. Sakura las observó acomodarse a alrededor de la mesa y comenzaron a comer en silencio.
—¿Y Kodoku?—preguntó mientras cortaba un pedazo de su propia comida.
Miyuki, sentada al otro lado, levantó la mirada.
—Está en la clínica. Lleva allí casi todo el día.
—¿Cuánto tiempo llevas viviendo con ella?—quiso saber.
La chica hizo una pausa.
—Alrededor de diez años.
—Debe ser difícil convivir con una mujer como Kodoku-san—comentó.
Miyuki la miró directamente, sus ojos serios pero no hostiles.
—No es tan difícil como parece. Esta asustada, eso es todo. Ha tenido una vida complicada desde que perdió a su esposo e hija.
Sakura dejó los palillos en el plato, sorprendida.
—¿Perdió a su hija?
La chica parpadeó, dándose cuenta de lo que había dicho.
—Perdón… Creo que hablé de más.
Sakura sacudió la cabeza.
—No, está bien. No lo sabía.
Desvió la mirada hacia Kazue, que parecía completamente absorta en su comida, indiferente a la conversación. Su expresión tranquila le recordó cuánto esfuerzo estaba haciendo para mantener la armonía de aquel refugio lleno de almas heridas.
—¿Kodoku estaba casada?—indagó, procurando no sonar demasiado ansiosa.
Miyuki asintió lentamente.
—Sí, tenía una familia. Pero Masamune Tenshihari acabó con ella.
La declaración la hizo tensarse, apretó los dedos al borde de la mesa.
—¿Qué fue lo que pasó?—insistió—. Te prometo que no diré nada al respecto.
La joven suspiró.
—Kodoku y su esposo fundaron la clínica hace muchos años. Ambos eran ninjas médicos y atendían a las personas por pura vocación, no por dinero. Eran felices ayudando a la gente. Además, el padre de Kodoku era dueño de una mina. Tenían lo suficiente para vivir cómodamente y nunca les faltó nada.
Sakura asintió, permitiéndole continuar.
—Pero entonces… Masamune regresó. Con él empezó su reinado de terror, y las cosas cambiaron.—Miyuki apretó las manos, su mirada clavada en un punto lejano—. El padre de Kodoku fue acusado injustamente de traición. Lo encarcelaron y le quitaron todas sus propiedades. Poco después, lo dejaron en la puerta de Kodoku, moribundo.
Sakura abrió los ojos a causa de la sorpresa, pero no interrumpió.
»Kodoku lo cuidó y curó, pero ya era demasiado tarde. Estuvo con él hasta su último aliento—Miyuki hizo una pausa—. Después de eso, Kodoku acudió a encarar a Masamune. Quería justicia, pero…
De repente, un rayo iluminó la habitación, seguido de un estruendoso trueno que hizo retumbar las ventanas. Miyuki miró hacia afuera, alarmada.
—Se aproxima una tormenta. Será mejor que me vaya.
Sakura asintió, tragando con dificultad el nudo que se le había formado en la garganta.
—Gracias por la cena—dijo Miyuki mientras recogía los platos.
La kunoichi sacó un pequeño bento que había preparado.
—Lleváselo a Kodoku.
Miyuki tomó el bento con una leve inclinación de cabeza.
—Lo haré.
Sin más, la chica se despidió de ambas y salió de la casa, dejándolas solas.
Sakura no podía dejar de pensar en el relato de Miyuki mientras recogía los platos de la cena. Cada detalle sobre la tragedia de Kodoku y la crueldad de Masamune Tenshihari la perturbaba profundamente. Intentaba ordenar sus cavilaciones a la par que limpiaba los últimos utensilios en el pequeño fregadero.
Con los platos secos y guardados salió al pequeño espacio donde Kazue esperaba, sentada tímidamente en el borde del futon que había colocado en el suelo. Al verla, Kazue levanto las manos y comenzó a formular señas con rapidez.
"No quiero incomodarte."
Sakura negó de inmediato, dejando escapar una risa suave.
—No. Tu dormirás en el futon. Yo puedo quedarme en el sofá.—Mientras hablaba, trataba de imitar los movimientos de manos, torpemente.
Kazue alzó una ceja y luego sonrió, divertida.
"Has mejorado," señaló.
Sakura le devolvió la sonrisa, aunque un poco avergonzada.
—Es porque tengo una buena maestra.
La joven negó con la cabeza, divertida, y le indico con señas que la palabra que había implementado significaba otra cosa. Pacientemente, le mostró la forma correcta de efectuarlo.
Sakura la imitó con sumo cuidado, y cuando la chica asintió, confirmando que lo había hecho bien, ambas rieron suavemente.
Se agachó junto al futon y acomodó la manta con delicadeza.
—Ahora estás lista para descansar.—Hizo una pausa antes de agregar, en un tono más serio—. Pero antes de que te duermas, quiero preguntarte algo.
Kazue inclinó ligeramente la cabeza, señal de que estaba prestando atención.
Por su parte, Sakura tomó un momento para encontrar las palabras adecuadas. Finalmente, gentil pero directa, le preguntó:
—¿Quién te hizo eso?—Señaló con la mirada su abdomen, dejando claro a qué se refería.
Ella bajó la mirada de inmediato, sus manos jugueteaban nerviosamente con el borde de la manta. Permaneció callada por unos segundos que se hicieron eternos, antes de comenzar a formar señales despacio.
"No lo sé."
—¿No recuerdas?
Kazue negó. Sus dedos comenzaron a moverse nuevamente.
"Fue de noche. No vi su rostro. Me golpeó".
Sakura tragó grueso.
—¿Fue en el burdel, cierto?
Kazue levantó la mirada y asintió, confirmando lo que Sakura ya sospechaba. La kunoichi respiró hondo, intentando mantener la calma, pero su pulso se aceleraba a medida que cada segundo pasaba.
"Solo recuerdo que era alto, de cabello oscuro".
El corazón de Sakura latió con fuerza, casi dolorosamente. Era como si un vacío insondable se hubiera abierto bajo sus pies. Su mente empezó a conectar puntos, a tejer posibilidades aterradoras. Esos rasgos… no podían ser coincidencia.
Intentó calmarse, pero cada fibra de su ser sabía la verdad. No necesitaba una confirmación adicional. Aun así, después de un minuto que pareció eterno, logró susurrar.
—¿Estás bien?
Kazue asintió de nuevo, aunque su expresión seguía reflejando temor.
—Está bien—murmuró—. Descansa. Que tengas dulces sueños.
Le dedicó una sonrisa débil, aunque su rostro mostraba el torrente de emociones que la sacudía por dentro. Se dirigió a la puerta, esforzándose por no derrumbarse ahí mismo.
Cuando salió de la habitación, sintió como su cuerpo comenzaba a tambalear. Su respiración era irregular, y sus manos seguían temblando. Se apoyó contra la pared, procurando mantener el equilibrio.
Cerró los ojos con fuerza, pero su corazón latía desbocado. Llevó una mano hasta su boca, conteniendo un sollozo que amenazaba con escapar. Sus pensamientos giraban fuera de control, su mente atormentada por una pregunta que no dejaba de repetirse: ¿Sasuke…? ¿Acaso Sasuke había hecho esto? ¿Era él el causante de la desgracia de esa pobre niña?
Las lágrimas se acumularon en sus ojos, borrosas y pesadas, cargadas de rabia y desesperación. Un sollozo ahogado escapó de sus labios, su pecho subía y bajaba con fuerza descomunal.
Un sonido la arranco de sus vacilaciones: alguien llamaba a la puerta. El golpe era seco, insistente. Un relámpago iluminó brevemente la estancia, proyectando sombras extrañas en las paredes. Sakura levantó la mirada hacia la entrada, donde el llamado se tornó aún más fuerte, más apremiante.
Rápidamente tomó un kunai del cinturón que había dejado en una silla cercana. Lo sujetó con fuerza y se dirigió hacia la puerta.
Abrió de golpe, lista para cualquier i eventualidad. Lo que vio la dejó paralizada por un breve instante: Sasuke estaba de pie frente a ella, su figura enmarcada por la lluvia torrencial. Su rostro, aunque parcialmente oculto por la sombra de la capa, era inconfundible.
Hombre alto, cabello oscuro.
La parálisis inicial dio paso a una rabia desbordante. Sin pensarlo dos veces, avanzó hacia él con el kunai en alto, atacándolo sin piedad.
—¡Bastardo!—gritó.
Sasuke apenas tuvo tiempo de esquivar, dando un paso atrás.
—¡Cómo pudiste!—continuó Sakura, con las lágrimas corriendo por su rostro mientras volvía a arremeter—. ¡Dime que no fuiste tú! ¡Dime que no tienes nada que ver con lo que le hicieron a esa niña!
La lluvia caía con furia sobre ellos, empapando el suelo y creando charcos bajo sus pies. Sasuke apenas lograba esquivar los ataques. Ella era rápida, más de lo que recordaba, y sus movimientos eran letales. Cada golpe que lanzaba estaba cargado de una rabia visceral que no daba tregua.
—¿Qué demonios te pasa?—preguntó entre dientes, alzando un brazo para bloquear un golpe dirigido a su rostro.
—¡¿Cómo pudiste hacerlo?!—gritó ella—. ¡¿Cómo fuiste capaz?!
Sasuke abrió la boca para replicar, pero un golpe directo a las costillas le cortó el aire. Se dobló hacia un lado, llevándose la mano instintivamente al dorso, procurando mantener el equilibrio.
Sakura no perdió el tiempo. Giró sobre su eje y lanzo una patada hacia su cabeza, pero Sasuke reacciono a tiempo, atrapando su pierna. Utilizo la fuerza que le quedaba, y tiró de ella hacia abajo, desequilibrándola.
Sakura cayó, sin embargo, eso no era suficiente para detenerla. Con un gruñido, intentó incorporarse y atacar nuevamente, pero Sasuke aprovechó para agarrar su muñeca con tal fuerza que el kunai resbaló de sus dedos y cayó al suelo.
—¡¿De qué demonios hablas?!—espetó, su voz tensa mientras la miraba con el ceño fruncido.
Sakura forcejeó contra su agarre, sus ojos llenos de lágrimas que se mezclaban con las gotas de lluvia en su rostro.
—¡No me trates como una idiota!—gritó—. Ella me lo dijo.
—¿Quién?—preguntó Sasuke, sin soltarla, su rostro más confundido que nunca.
El forcejeó se intensificó. Sakura lo empujó con todas sus fuerzas, logrando que cayeran al suelo. Rodaron por el barro, sus cuerpos chocando y girando en una caótica danza.
Sin las armas ni las técnicas refinadas de combate, la pelea se transformó en algo primitivo. Sakura arañaba y mordía, buscando cualquier ventada, mientras Sasuke respondía con empujones y codazos, intentando mantenerla a raya.
El fuego dentro de Sakura no hacía más que crecer. Cada vez que sus cuerpos se encontraban, cada golpe y cada contacto la llenaban de furia y desesperación. No quería detenerse. Necesitaba acercarse más, golpear con más fuerza, hacerle sentir al menos una fracción del dolor que ella acarreaba.
Al cabo de unos minutos, Sasuke finalmente consiguió inmovilizarla. La atrapó contra el suelo mientras ambos jadeaban, exhaustos por el forcejeo.
—¡Suéltame, Sasuke!—le exigió.
—¿Qué demonios estás haciendo?—replicó, frustrado y confundida—. Por dios, Sakura, cálmate.
Ella se revolvió con más fuerza.
—¡No actúes como un ingenuo!—escupió—. ¡Lastimaste a esa niña!
Sasuke frunció el ceño, desconcertado, mientras trataba de sujetarla sin perder el control.
—De verdad, no tengo idea de lo que estás hablando—espetó.
Aquella respuesta solo consiguió enfurecerla a un más.
—¡Violaste a Kazue y la embarazaste! ¡De eso estoy hablando!—lo acusó—. Por poco muere. Tan solo tiene diecisiete años, eres un maldito monstruo.
Sasuke frunció el ceño con ahincó y su agarre se tornó aun más fuerte.
—Yo no lo hice—le aseguró con tono categórico.
—Voy a castrarte con mis propias manos—amenazó—. Primero te convertirse en un traidor, después en todo un atacante sexual, ¿qué sigue?
—Sakura, yo no lo hice—insistió.
Desesperada, se retorció bajo su cuerpo mientras lloraba, desesperada.
—Eres un desgraciado, Uchiha.
—¡Yo no lo hice! ¡Tú eres la única mujer con la que he estado!
Las palabras quedaron suspendidas en el aire. Ni siquiera el sonido de la lluvia consiguió amortiguarlas, sino todo lo contrario.
Cansado, la liberó.
Tomó asiento en el suelo, dándole la espalda. Desde ese punto, Sakura solo era capaz de apreciar la manera que su espalda subía y bajaba a causa de la respiración agitada.
—¿Qué?—preguntó aun sin comprenderlo de todo.
—Yo no viole a Kazue—afirmó—. Tu eres la única mujer con la que he tenido sexo y, hasta donde recuerdo, no te forcé a nada.
Un violento sonrojo coloreó sus mejillas. Todavía recordaba con claridad exuberante los detalles de aquella noche.
—Si no fuiste tu…—balbuceó, apenada.
—Fue Masamune, me lo dijo esta mañana—la respondió, tajante.
—Masamune… ¿el dueño del burdel? ¿Él es el líder de la banda?
Sasuke resopló.
—Para ser una de las kunoichis más brillantes, te tomó bastante tiempo unir los puntos, ¿no lo crees?
Ella frunció el entrecejo con ahincó, visiblemente ofendida por el tono mordaz y el sarcasmo implementado en su respuesta.
Él se puso de pie y ella lo imitó.
Se sentía terriblemente mortificada por la falsa acusación que había hecho. Había saltado a conclusiones sin antes tener más información al respecto.
—Sasuke, yo…
—Ahorrate las disculpas—dijo, visiblemente molesto—. Ahora sé lo que piensas de mí.
Ella apretó los labios, apenada. Su corazón dio un doloroso vuelco.
Los dos se quedaron de pie bajo la lluvia, sin saber muy bien qué hacer o decir. Sakura lo había arruinado todo, no había forma de que Sasuke la perdonara, no después de todo lo que había sucedido en los últimos minutos.
—¿Por qué estas aquí?—quiso saber.
—Solo vine a advertirte. Masamune y sus hermanas quieren a la chica muerta—anunció, ella tragó grueso—. Conociéndote, supongo que esta resguardada en tu casa ¿cierto?
Sakura se quedó callada.
—El niño que lleva es de Masamune—continuó diciendo.
—¿Por qué lo haces? ¿Por qué estás diciéndome todo esto?—preguntó, confundida.
Sasuke la miró por un breve instante, lo suficiente para remover la culpa que bullía en su interior.
—Contrario a lo que piensas, Sakura, me preocupo por ti.
Y sin más, se marchó, dejándola de pie en medio de la nada. Confundida.
Habían transcurrido tres días desde el tenso encuentro con Sasuke, y las palabras intercambiadas entre ambos todavía la agobiaban. Cada acusación lanzada al aire, cada reproche nacido del dolor y la rabia, la atormentaban, llenándola de culpa que crecía con cada latido de su corazón. Estaba sumida en sus pensamientos mientras intentaba concentrarse en el pergamino abierto sobre la mesa. Sin embargo, las oraciones se desdibujaban ante sus ojos. Frustrada, lanzó un gruñido y se masajeó las sienes.
Kazue, sentada a su lado, alzó la vista del libro al percatarse de lo que ocurría con ella. Con gesto curioso, tomó la pizarra mágica y escribió: "¿Estas bien? ¿Algo te molesta?"
Sakura levantó la mirada al leer el mensaje. La preocupación en los ojos de Kazue era palpable, y por un segundo se sintió avergonzada de que su estado de ánimo fuese tan evidente. Esbozó una sonrisa, procurando aligerar el ambiente.
—Todo está bajo control, Kazue—le aseguró—. Simplemente estoy cansada.
Kazue frunció el ceño, tomó la pizarra de vuelta y luego de la mostró: "Trabajas demasiado. Siempre estás ocupada. Deberías descansar más."
Ella soltó una risa suave al leer el mensaje.
—Estoy acostumbrada a hacerlo—replicó.
Kazue no parecía convencida.
"¿Un centavo por tus pensamientos?"
Sakura arqueó una ceja y dejó escapar otra risa, más genuina esta vez.
—¿De dónde sacaste eso?—preguntó, borrando la pizarra.
La chica se encogió de hombros, un atisbo de picardía en su rostro mientras escribía otra vez:
"Leí que los amigos preguntan eso cuando alguien esta pensativo. ¿Es sobre un chico?"
Ahora fue su turno para guardar silencio, sorprendida por la pregunta. Su sonrisa se desvaneció antes de volver a colocarla en su rostro, aunque esta vez con un toque melancólico.
—Tal vez—murmuró, respondiendo más para sí misma que para Kazue.
Deseaba con todo su corazón que su problema se redujera a algo tan simple como eso: un chico. Pero Sasuke nunca había sido solo un chico para ella. Desde que eran niños, su relación estaba teñida de una extraña complejidad, algo que no podía definirse con palabras comunes. A medida que los años pasaban, esa relación se volvió más complicada, retorcida, como un nudo que nadie sabía cómo desatar.
"¿Es tu novio?"
—Definitivamente no.
Kazue arqueó una ceja, intrigada.
"¿Es tu amigo?"
La pregunta la dejó momentáneamente en afonía. Después de reflexionar, tomó el lápiz y escribió: "Tampoco creo que lo sea."
La chica la miró con el ceño fruncido, intentando descifrar un acertijo complicado. Con un encogimiento de hombros, escribió otra pregunta: "¿Entonces?".
—No lo sé—murmuró, aunque sabía que Kazue no podría escucharla.
La joven, sin embargo, captó su estado de ánimo. Escribió nuevamente, como si escogiera cuidadosamente sus palabras: "¿Es una mala persona?"
Sakura se detuvo a leer la pregunta, algo dentro de ella se detuvo. Era una cuestión sencilla en apariencia, pero la respuesta no lo era en absoluto. La imagen de Sasuke cruzó por su mente: mirada fría, decisiones que había tomado, el daño que había causado, pero también los destellos de humanidad que había contemplado en él, aunque fuera efímero.
Con el marcador en la mano, se quedó mirando la pizarra, incapaz de escribir nada al principio. ¿Cómo podía responder algo tan difícil con unas pocas palabras? Su respiración se volvió lenta y pesada, contemplando las implicaciones. Finalmente, escribió: "No lo sé. Es complicado."
Si bien, Sasuke se había visto orillado a tomar una serie de decisiones que iban en contra de los principios de la aldea, las mismas que lo habían alejado de todos y le confirieron el apelativo de traidor, ella nunca lo consideró una mala persona.
Puede que ante los ojos del Consejo y los demás miembros de Konoha fuese u criminal, un hombre cuyas acciones causaron sufrimiento y caos. Pero ella sabía distinguir entre aquellos que actuaban por pura maldad y los que eran víctimas de sus circunstancias, de su propio suplicio. Había conocido a personas realmente malas, quienes disfrutaban del daño que causaban y se regocijaban en la destrucción. Y Sasuke no se asimilaba a ellos.
No era perfecto, ni un héroe, pero tampoco era un monstruo.
Aun así, sus acciones no concordaban con sus palabras, y por esa sencilla razón, estaba atrapada en esa maldita aldea, sin posibilidad alguna de contactar a Konoha.
Dejó escapar un suspiro, recostándose en su silla. La tensión de los últimos días se acumulaba en sus hombros, y el cansancio mental era casi insoportable.
"Si te hace llorar, no creo que sea un buen chico."
—Ambos nos hemos causado daño—murmuró finalmente.
Kazue frunció el ceño, inclinó ligeramente la cabeza mientras reflexionaba. Luego escribió: "Las relaciones entre adultos son complicadas."
Sakura soltó una risa suave.
—Sí, lo son.
Kazue bostezó, cubriéndose la boca con una mano mientras se acomodaba en su asiento. Sakura la observó con ternura.
—Deberías tomar una siesta—sugirió—. Te hará bien.
La chica asintió lentamente y se puso de pie con movimientos tranquilos. Se estiró un poco antes de girarse hacia su habitación, dejando atrás la pizarra sobre la mesa. Antes de desaparecer tras la puerta le dedicó una última mirada a Sakura, como si tratara de entender algo que aún se le escapaba.
Sakura la observó hasta que cerró la puerta, dejándola sola con sus pensamientos. Volvió la atención a la pizarra, donde la oración que había escrito seguía allí, tangible y acusadora.
"Ambos nos hemos causado daño el uno al otro."
Se inclinó hacia atrás, y cerró los ojos. Por más que intentara justificar lo que había pasado entre ellos, no era capaz de ignorar las heridas que ambos habían dejado en el otro.
Afuera, la luz del día comenzaba a desvanecerse, y el silencio de la habitación se volvió casi ensordecedor. Sakura soltó todo el aire contenido en sus pulmones, tomó el marcador de la mesa y escribió una sola palabra en la pizarra:
"Complicado".
Luego dejó caer el lápiz a un lado y se perdió en la afonía, atrapada en una red de emociones y recuerdos que no podía desenredar.
Cansado, clavó la katana en la tierra y se limpió el sudor de la frente con la manga de la camisa.
El dolor de la herida en su costado comenzaba a intensificarse, recordándole su propia vulnerabilidad. El frio acero de su arma vibró bajo su agarre. Desde aquella noche, Sasuke se había limitado a realizarle visitas rápidas y cuidadosas a Sakura, un hábito que había adoptado no solo para vigilarla, sino también porque algo más profundo y sombrío lo impulsaba a hacerlo.
Ella lo consideraba un traidor. Mas que eso, algo peor. Y aquello le removía las entrañas. ¿En qué momento su imagen ante Sakura se había distorsionado tanto? No lo sabía. Quizás ni siquiera importaba entenderlo ya.
Lo uno que tenía claro eran tres cosas, como pilares que sostenían su razonamiento en medio del caos:
Primero, necesitaba sacarla de esa aldea cuanto antes. Sakura era un hilo suelto en una red que ya de por sí era frágil. Su presencia ahí suponía un riesgo, no solo para ella, sino para lo que él estaba intentando construir. Pero más allá de la lógica, había algo visceral en su deseo de protegerla, incluso si ella lo miraba con desprecio. Sacarla de allí y asegurarse de que mantuviera la boca cerrada hasta el momento perfecto para actuar era imperativo.
Segundo, Masamune se estaba convirtiendo en un peligro real. Lo que antes era un plan idealista y lejano, una idea alimentada por sus propios resentimientos y frustraciones, ahora estaba tomando forma. El mismo jugaba un juego peligroso al compartir información con Tenshihari, sabiendo que la mitad era mentira y la otra mitad, verdad. Pero el tiempo corría y el margen de error se estrechaba. Si no actuaba con cuidado, su doble rol iba a costarle todo.
Tercero, su relación con Sakura estaba completamente arruinada. Irreparable. Las acusaciones que ella había lanzado no solo destrozaron lo poco que quedaba entre ellos, sino que también le dejaron en claro que cualquier posibilidad redención en sus ojos era nula. Debía aprender a vivir con ello.
Apretó la mandíbula, el peso de las verdades se hundían en su pecho. El viento levantó una ráfaga de polvo, obligándolo a apartar la mirada hacia el horizonte.
Fue entonces que notó una presencia a sus espaldas. De las sombras emergió Masamune con una sonrisa ladeada que destilaba arrogancia.
—Para tener un solo brazo, eres un increíble espadachín—comentó con sarcasmo.
¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Acaso había pasado desapercibido ante sus agudos sentidos.
Él no respondió, en su lugar, tomó la katana y limpio la hoja antes de deslizarla lentamente en su funda.
—¿Sabes algo de la chica?—preguntó, refiriéndose claramente a Kazue.
—No—respondió sin rodeos, aun sin mirarlo directamente.
Masamune soltó un suspiro, entremezclado con una nota de decepción exagerada.
—Qué pena. El tiempo sigue corriendo, ¿sabes? Cuantas más semanas transcurran, no solo será un problema, serán dos.
Sasuke frunció el ceño, pero mantuvo su postura relajada.
—No entiendo cómo eso puede ser mi problema. Después de todo, lo único que debías hacer era mantener tu pene en tus pantalones, ¿no?
Lejos de molestarse, el hombre lanzó una carcajada que resonó en el campo abierto.
—Increíble—dijo sacudiendo la cabeza exageradamente—. Después de todo, no eres el fenómeno que imaginaba.
Él continuo en silencio. Masamune al notar su falta de reacción, decidió presionarlo más.
—Dime algo, Uchiha. ¿Acaso tienes a una chica en algún lugar?
La pregunta quedó suspendida en el aire como una hoja cayendo lentamente. Tal como lo estaba haciendo, no respondio de inmediato, lo que divirtió aún más a Tenshihari.
—Vamos, vamos—continuó, ladeando la cabeza mientras lo observaba—. Eres joven, atractivo. Seguro tienes demasiadas admiradoras. Apuesto a que todas abrirían las piernas tan pronto como las contemplaras.
Finalmente giró la cabeza hacia él, sus ojos brillaban con una intensidad que hizo que la sonrisa de su jefe flaqueara ligeramente.
—No me interesa ese tipo de cosas—dijo con frialdad.
Masamune levantó las manos en un gesto de falsa rendición, aunque la burla en su rostro seguía presente.
—Ah, un hombre de principios, ¿eh? Eso es raro por aquí.
Una vez más, Sasuke no replicó, manteniendo su irritación a raya.
—Está bien, Uchiha. Dejare de molestarte. Tengo asuntos más importantes que atender.
Sin volverse completamente, lo miró por encima del hombro.
—¿Qué asuntos?
Tenshihari se detuvo, disfrutando la oportunidad de extender su narrativa.
—Establecí contacto con uno de los grupos criminales en Iwagakure. El Tsuchikage está enfermo, ¿sabías? Nombrará a su nieta como sucesora, pero está enfrentando ciertos problemas con la aceptación. Si consigo posicionar a mi informante como candidato, todo estará listo. El ataque podrá comenzar.
Sasuke se volvió para encararlo.
—¿Tu plan es iniciar una guerra?
Masamune lo vislumbró como si considerara la acusación exagerada.
—No una guerra, exactamente. Solo un poco de tensión entre las naciones.
—Un poco de tensión—repitió Sasuke con desde—, que puede acabar en otra Quinta Guerra Mundial Shinobi.
Tenshihari levantó los hombros con indiferencia, como si aquello no fuera más que un inconveniente menor.
—Tal vez, pero esa tensión también puede ser la distracción perfecta. Mientras todos los ojos están puestos en las naciones peleando entre sí, tú puedes llevar a cabo el plan sin interferencias.
La mirada de Sasuke se oscureció más a la par que procesaba las palabras de su líder. Una guerra, incluso si iniciaba como un conflicto limitado, era una línea que no quería cruzar. Pero Masamune era implacable, dispuesto a sacrificar cualquier cosa por una visión distorsionada de poder y control.
—Sabes que Konoha no se quedará quieta ante un ataque—dijo Sasuke finalmente—. Tampoco las otras aldeas. Esto puede salirse de control antes de que puedas manejarlo.
—Esos riesgos siempre están presenten—replicó sin inmutarse.
Sasuke frunció el ceño, aquella era su oportunidad perfecta para obtener más información respecto a los posibles movimientos de Tenshihari.
—¿Quieres que vaya contigo?
Masamune negó con la cabeza, dejando escapar una risa breve y condescendiente.
—No. Sería demasiado arriesgado exponerte. Prefiero que te quedes aquí y vigiles a mis hermanas. Asegúrate de que no hagan nada estúpido.
Arqueó una ceja, su expresión endurecida a la vez que respondía con sarcasmo:
—¿Me estás pidiendo que sea su niñera?
—No, claro que no. Pero, dime ¿desde cuándo empezaste a cuestionarme tanto?
Mantuvo la mirada fija en él, sus ojos destilaban desconfianza.
—Desde el momento en que tus planes comenzaron a sonar como una fantasía en lugar de realidades.
Masamune sonrió, como si todo lo que ocurría estuviera bajo su control. Dio un paso más cerca de Sasuke, inclinándose apenas hacia él.
—¿Fantasías, dices? Los dos estamos metidos en esto, Uchiha. ¿Lo recuerdas?
Sasuke apretó la mandíbula.
—No lo he olvidado.
La sonrisa de Tenshihari se amplió, mostrando el cinismo y satisfacción que lo embargaban, dio media vuelta y comenzó a alejarse, no sin antes dejar una última frase a manera de advertencia.
—Bien. Porque hacerlo no es una opción para ninguno de los dos. Asegurate de no defraudarme. Todo esto depende de ti tanto como de mi—espetó—. Regresaré dentro de cinco días. No me falles.
Sasuke asintió, observando cómo se desvanecía en la distancia. Una vez estuvo seguro de que Masamune estaba fuera de su vista, se relajó. Dejó escapar un suspiro largo.
Cinco días. Era el tiempo que tenía para llevar a cabo su propio plan, para sacar a Sakura de aquel maldito lugar antes de que las cosas empeoraran. Era un margen estrecho, pero suficiente si jugaba bien sus cartas.
Giró sobre sus talones y emprendió el camino de regreso a su hogar.
El viento frio de la noche le acarició el rostro. Las piezas yacían en el tablero, y Sasuke estaba decidido a inclinar la balanza a su favor, sin importar el costo.
Era el comienzo de algo decisivo, y aunque no era capaz de ver cómo terminaría, sabía una cosa con certeza: no tenía permitido fracasar.
Continuará
N/A: ¡Hola, hola! ¡Espero que se encuentren de maravilla y que hayan tenido un excelente inicio de año!
Ha pasado tiempo desde la última vez que actualice, pero no crean que había olvidado está historia, todo lo contrario. Quería finalizar de escribir Heredera de la Voluntad de Fuego para centrarme de lleno en este proyecto.
Las intrigas siguen y la relación entre Sasuke y Sakura es más complicada de lo que imaginamos. Los dos necesitan un momento a solas para hablar, sin embargo, debemos esperar unos cuantos capítulos más.
Como siempre, gracias infinitas por todo el apoyo que me brindan, en especial por dedicar una parte de su valioso tiempo para leer la historia, dejar review, añadir el fic a sus favoritos y demás, en verdad, estoy en deuda con ustedes.
Sin nada más que agregar, esto es todo por hoy. Regresaré pronto con la actualización.
¡Cuídense mucho! Les mando un fuerte abrazo donde quiera que se encuentren.
¡Hasta la próxima!
