Disclaimer: Los personajes y el universo donde se desarrolla está historia no son creaciones mías ni me pertenecen, todo es obra de Masashi Kishimoto.
Nada va a lastimarte, cariño
Capítulo 11
Pero siempre supe que, al final, nadie vendría a salvarme
El aire era cálido y húmedo, impregnado por el tenue aroma a ceniza y tierra removida. La aldea, yacía adormecida bajo el manto estrellado.
Sakura avanzaba apresurada, el compás de su andar apenas contenido por la necesidad de no romper el silencio espectral que envolvía el pueblo.
Un nudo implacable le oprimía la garganta. No podía quedarse. No después de todo lo que había pasado. Era una decisión que se vio obligada a tomar antes de que la noche terminara. Pero, aun así, marcharse era un desgarro sordo.
Frente a ella, Sasuke avanzaba con la misma prisa medida, el dobladillo de su capa oscura rozaba el suelo. No miró atrás. No preguntó si ella y Kazue todavía lo seguían. Su andar era decidido, como si lo único que importara estuviera más allá.
La niebla se enredaba entre las casas silenciosas, apagando los colores del mundo. Las calles estaban vacías, pero la sensación de ser observada no la abandonaba. Quizá era solo la culpa, pegajosa e insistente, que se enroscaba en su nuca y le susurraba que volver la vista atrás cambiaria algo.
Mas no lo hizo.
Las minas abandonadas emergieron entre la bruma como un cadáver olvidado, sus bocas abiertas y oscuras semejaban grietas en la carne de la montaña. Fragmentos de rieles oxidados serpenteaban entre la grava, enterrados en la maleza que había reclamado el lugar con obstinada persistencia.
Sakura frenó apenas cuando Sasuke lo hizo. No estaban solos.
Un hombre se encontraba recargado contra la entrada principal, un poste de madera ennegrecido por el tiempo y la intemperie. Su silueta se recortaba contra la penumbra de la caverna, hombros anchos, postura relajada, pero sus ojos, pequeños y sagaces, destellaban con el brillo de un hombre que siempre tenía un plan de escape.
—Bien—dijo, con una media sonrisa torcida—. Por un momento pensé que no llegarían. Estaba a punto de irme.
Su mirada recorrió con rapidez a las acompañantes de Sasuke. Se detuvo en Sakura en un segundo antes de deslizarse hacia la chica que estaba junto a ella.
—Solo era una mujer—le recordó—. ¿Qué hay con la otra?
Sasuke no titubeó.
—Eso no te interesa.
El hombre rió por lo bajo, aunque el gesto no alcanzó sus ojos. Se apartó del poste, la grava crujió bajo el peso de sus botas, y alzó una ceja con el escepticismo propio de un individuo que está habituado a negociar con las sombras.
—Claro que sí—replicó—. Debo saber en qué me estoy metiendo.
Se tomó su tiempo, sopesando la situación, las implicaciones. Luego añadió, con gesto despreocupado.
—El precio aumenta.
Sasuke puso los ojos en blanco, exhalando, impaciente. Se dispuso a abrir la boca para responder, cuando Sakura dio un paso al frente.
Sus ojos verdes, helados y precisos, se clavaron en Ryozo con una intensidad que lo hizo retroceder medio paso, aunque intentó disimularlo.
—Nos vas a llevar—dijo, su voz contenía la promesa de una violencia asegurada, certera—. Porque si no lo haces, me encargaré de romperte los dedos uno a uno.
La amenaza era simple, sin adornos ni necesidad de énfasis. Un hecho, no una posibilidad.
Ryozo tragó grueso. Su lengua barrió sus labios resecos, sus pupilas temblaron un instante antes de volver a fijarse en Sakura, evaluando hasta qué punto podía desafiarla. Pero había algo en ella que le dijo que no valía la pena averiguarlo.
El silencio se extendió, denso como el aire antes de una tormenta.
Entonces Sasuke sonrió.
Un ligero tirón en la comisura de sus labios, suficiente para que Sakura lo notara. Sacudió la cabeza, resignado, antes de volver a poner los ojos en blanco, esta vez con un dejo de diversión.
—Eso me pasa por mezclarme con shinobis—dijo Ryozo, mascullando la queja para sí mismo que para los demás.
Sasuke arqueó una ceja.
—Tú también eres un shinobi.
El hombre resopló, sin inmutarse en ocultar su desprecio por la afirmación.
—Retirado.
Lejos de discutir, chasqueó la lengua y les hizo un gesto con la cabeza.
—Síganme.
Giró sobre sus talones. Al mismo tiempo que ella dio un paso al frente, Sakura sintió una punzada en el pecho.
El dolor llegó como un latigazo, seco y profundo, como si algo dentro de ella se contrajera con una fuerza incontrolable. Se detuvo, la respiración atascada en su garganta, y llevó una mano a la zona afectada en un movimiento casi instintivo. Aferró los dedos al tejido de su ropa, buscando anclar su cuerpo en algo tangible.
Cerró los ojos.
Un leve mareo se deslizó por su consciencia, efímero pero suficiente para hacerla titubear.
Sasuke se percató de inmediato.
—¿Estás herida?—quiso saber, sonando genuinamente preocupado.
Sakura negó con la cabeza antes de abrir los ojos.
—No.
Él no estaba completamente convencido. Su mirada descendió hasta el punto donde su mano aun descansaba sobre su pecho.
—Tienes dolor.
Exhaló despacio. Aflojó los dedos y dejó caer la mano a su costado.
—Ya se me pasará.
Dio un paso más, aparentando que nada malo ocurría.
—Ahora, andando—lo apresuró sin darle tiempo de hacer más preguntas.
Ryozo tomó una lampara y alumbró el interior de la mina: frente a ellos se extendía un laberinto de túneles conectados en las profundidades de la tierra, demasiado peligrosos para aquellos que se aventuraban sin un guía.
—Espero que todos tengan buena condición—dijo el hombre de manera irónica—, caminaremos hasta el amanecer. La única salida de la mina se ubica cerca de la frontera.
—¿Cuántos días de viaje para llegar al próximo poblado?—preguntó Sasuke, consternado.
Tiempo era un lujo del que no disponían.
—Uno, si vamos a la velocidad de un shinobi—explicó—. Tres a la velocidad de un civil—sus ojos se posaron en Kazue.
Incómoda por el escrutinio de Ryozo, la chica se aferró a la mano de Sakura, como si su vida dependiera de ella.
—¿Estás bien?—cuestionó la kunoichi.
Debido a su prematura huida, no había revisado ni atendido las heridas de Kazue, por lo que la preocupación se asentaba en su pecho cada vez que la chica hacia el más ínfimo movimiento, alertándola.
Ella asintió.
Satisfecha con su respuesta, volvió a posar su atención en Ryozo.
—Necesitaremos más tiempo—espetó.
—Eso es un no, preciosa—rebatió Ryozo.
Si había algo que detestaba con todo su ser, era la condescendencia de las personas. De haber poseído más fuerza y poca paciencia, no dudaría en borrarle esa sonrisa sarcástica con un golpe. No obstante, para su mala fortuna, él era el único que podía sacarlas de la aldea sin que nadie lo supiera.
A su lado, vislumbró a Sasuke contemplándola de reojo. Algo lo inquietaba. Lo conocía lo suficiente como para notar la rigidez en su postura, la manera en que su mano descansaba demasiado cerca de la empuñadura de la katana, como un reflejo automático ante la incertidumbre.
Sus ojos brillaron un segundo antes de desviar la mirada hacia Ryozo.
—¿Hay una aldea cercana?—inquirió Sasuke, sin rodeos.
Él resopló.
—Lo más cercano es una pequeña posada a un par de kilómetros—dijo, encogiéndose de hombros—. Nada del otro mundo, pero al menos tiene techo y comida caliente.
Sasuke apretó la mandíbula. No estaba satisfecho con la respuesta.
—En todo caso, aun estarán cerca de Mokumori—añadió el guia, lanzándole una mirada de soslayo—. Si buscan un lugar seguro, quizá sea mejor seguir adelante.
Sakura alargó la mano sin pensarlo. Sus dedos se cerraron firmemente alrededor del antebrazo de Sasuke, urgiéndolo a alejarse un poco para mantener una conversación.
Atendiendo a la suplica muda de su compañera, retrocedieron un par de pasos, los suficientes para reducir sus voces a susurros a duras penas audibles.
—No podemos seguir este ritmo—dijo, su voz contenía un matiz de urgencia—. Ella está delicada, fue atacada. Aun debo asegurarme de que esté bien… y curar sus heridas.
Sasuke bajó la mirada hacia su mano, luego hacia su rostro. Su expresión era inescrutable, pero en sus ojos se adivinaba un conflicto silencioso, una evaluación rápida de lo que ella acababa de decir.
Lejos de titubear, sostuvo su mirada. Sabía lo que pensaba, no necesitaba poseer las habilidades de los Yamanaka para entreverlo: detenerse era un riesgo. Pero seguir adelante sin garantizar la seguridad de Kazue lo era aún más.
Él dejó escapar un suspiro antes de apartar la vista.
Se volvió a hacia su guia, quien los observaba impaciente y cauteloso en partes iguales.
—Lo haremos a la velocidad de un civil—informó—. Quien nos acompaña no está en condiciones de igualar nuestro paso.
Ryozo resopló y soltó una maldición por lo bajo.
—Genial…—murmuró con sarcasmo, cruzándose de brazos—. Está bien, pero eso hará que cualquiera que esté detrás de ustedes gane más terreno.
Sakura notó cómo Sasuke se crispaba de nuevo, pero él no reaccionó de inmediato.
El hombre lo contempló de reojo.
—Seguro puedes defenderlas, ¿no?—agregó, con una mueca—. Con esos poderes fantásticos que tienes.
El silencio que los sucedió fue espeso.
Sasuke no se molestó en discutir, ni siquiera en lanzarle una mirada de advertencia. Simplemente dejó correr el comentario y que el mutismo hablara por él, tan afilado como una hoja desenvainada.
Por otro lado, ella tragó con dificultad, consciente de que, aunque su guia no lo entendiera, Sasuke ya había tomado una decisión. Y cuando lo hacía, no había vuelta atrás.
No podían quedarse allí mucho tiempo.
Relajó los dedos y apartó la mano de su antebrazo con un suspiro.
—Sigamos—murmuró.
Sasuke asintió una vez y echó andar, esta vez con un paso más mesurado.
Y a pesar de la advertencia de Ryozo, de la amenaza de ser alcanzados, Sakura sintió que habían tomado la única decisión posible.
Porque lo primero era salvar vidas.
Siempre.
Ryozo chasqueó la lengua y asintió, resignado.
—Está bien, esa será la primera parada.
Se agachó y sacó dos mochilas de un compartimiento oculto de una carreta destartalada. Una la sujeto sobre su hombro; la otra, sin ceremonias, se la lanzó a Sasuke, quien la atrapó sin esfuerzo.
—Deberán racionar la comida y todo lo que ha dentro—dijo el mercader, acomodando el peso de su propia valija—. Después de todo, es una persona más.
—Dos—corrigió Sasuke.
Ryozo frunció el ceño, sorprendido.
—¿Dos?
Sasuke ajustó la correa de la mochila sombre su hombro, preciso y sin urgencia.
—Las escoltaré hasta la posada.
Sakura sintió un golpe de irritación subirle a la garganta.
—No es necesario que lo hagas—dijo, cruzándose de brazos.
—Lo haré.
Ella apretó los labios.
—Puedo protegerla.
Sasuke se volvió hacia ella, la máscara que portaba era sombría, el filo de su paciencia volviéndose más evidente.
—No me refería a eso.
—¿Entonces a qué?—arqueó una ceja.
Hasta el momento, consideraba que había hecho un buen trabajo cuidando de Kazue, dadas las circunstancias.
La tiesura quedó suspendida en el aire. Kazue observaba con atención. Ryozo también se detuvo, inclinando la cabeza, sin duda alguna, la conversación capturó su interés.
Sasuke exhaló, frustrado y desvió la mirada, incapaz de encontrar las palabras exactas para lo que intentaba decir.
—No es eso, simplemente yo…
—Vaya, vaya…—intervino Ryozo con una sonrisa burlona—. Parecen una pareja casada.
Ambos se quedaron en blanco por un segundo.
—¿Acaso los dos son algo?—continuó el mercader, alzando ambas cejas, divertido.
—No—respondió Sakura de inmediato.
—Sí—dijo Sasuke al mismo tiempo.
Sakura giró la cabeza bruscamente para mirarlo.
—¿Qué?
Ryozo soltó una carcajada ronca, disfrutando la incomodidad del momento.
—Interesante.
Kazue se encogió de hombros como si la situación no la sorprendiera en lo absoluto.
El calor crepitó por el rostro de la Kunoichi. Sasuke, en cambio, permaneció impasible, no encontraba necesidad de corregir sus palabras o dar explicaciones.
El viento sopló entre los árboles.
Ryozo sacudió la cabeza, aún divertido.
—De todos modos, nos conviene movernos.
Le resultaba increíble la sencillez con la que su antiguo compañero dejaba atrás todo asunto, incluso el tema de su inexistente o, mejor dicho, destruida relación.
No importaba cuánto tiempo pasara. Su historia siempre sería así.
Un constante ir y venir entre lo que eran, lo que había sido… y lo que jamás terminarían de ser.
Ofuscada, se dispuso a seguir el paso del mercader al interior de la mina.
Antes de que pudieran avanzar más, Ryozo levantó una mano para detenerlos.
—Tendremos que escalar un poco en la siguiente entrada—anunció, señalando con la barbilla la formación rocosa que se alzaba frente a ellos, oscura y erosionada por el tiempo—. Es la única forma de entrar.
Sin esperar más indicaciones, Sakura se giró hacia Kazue y le ofreció la mano.
—Ven, te ayudaré.
Pero la chica ya se había aferrado a la mano de Ryozo, confiando más en la estabilidad del hombre que en la de Sakura. No era algo que le molestara—Kazue aún estaba asustada, y confiar en alguien completamente nuevo no era fácil—, así que solo le dedicó una sonrisa breve antes de prepararse para escalar por su cuenta.
Sin embargo, un tirón en su muñeca lo impidió hacerlo.
Sasuke la detuvo.
—No estoy insinuando que seas débil—dijo él, mirándola con seriedad absoluta.
Debía aceptar que, pese a los años que pasaron alejados el uno del otro, después de la guerra, Sasuke había reconocido su poder, lo cual, le daba cierta satisfacción.
Sin embargo, se quedó en silencio. No intentó apartar su mano ni discutió de inmediato, simplemente lo contempló con la misma intensidad.
Sasuke no dudó en continuar:
—Estás herida.
Lejos de ser una pregunta, era una afirmación. Su tono no era acusatorio, ni condescendiente. Era una confirmación simple, indiscutible.
—¿De qué estás hablando?—bisbiseó ella.
—Tu corazón—dijo él, con la misma calma implacable de siempre—. Tu ritmo cardíaco no es normal.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Tragó grueso.
Claro.
Había olvidado con quién estaba tratando.
Desde el momento en que se habían reencontrado en el pantano, Sasuke había estado escuchándola. No solo sus palabras, tampoco su tono de voz. Su respiración, su pulso, cada variación en su sistema que indicara dolor o agotamiento.
Y ella ni siquiera se había dado cuenta.
—No me iré hasta que atiendas tus heridas—prosiguió, sin moverse ni un centímetro.
Sakura tensó la mandíbula.
—Sasuke…
—Tampoco voy a dejarte—interrumpió, dando por clausurada la discusión—. Así que no tienes otra opción.
Ella cerró los ojos por un segundo, inhalando profundamente, antes de abrirlos de nuevo.
—Bien—susurró.
Se liberó de su agarre con suavidad y asintió.
—Pero solo un momento.
La postura de Sasuke se relajó.
Detrás de ellos, Ryozo soltó un bufido impaciente.
—Si ya terminaron su escena dramática, podríamos seguir avanzando.
Kazue estaba disfrutando el intercambio más de lo que admitía.
Sakura suspiró y apretó los puños.
El viaje iba a ser más largo de lo que pensaba.
Tras horas de caminata, y a regañadientes de Ryozo, se detuvieron para descansar.
El aire en las minas era plúmbeo, álgido, con un olor metálico impregnando en las rocas húmedas. La luz de las lámparas proyectaba sombras alargadas contra las paredes, confiriéndole al lugar una atmósfera espectral.
Sakura se recargó contra el farallón con un suspiro cansado.
Había revisado a Kazue, asegurándose de que tanto ella como el bebé estuvieran en perfecto estado. Sus signos vitales eran estables, la temperatura normal, y a pesar del agotamiento reflejado en su faz, la chica estaba bien.
Satisfecha, cerró los ojos por un instante, permitiéndose un respiro.
Por supuesto, ella no estaba en las mismas condiciones.
Dos costillas rotas.
La kunoichi Tenshihari no había conseguido hacerle mas daño del que pretendía, pero lo poco que logró era suficiente para provocar que cada respiración profunda le enviara punzada de dolor.
No era algo nuevo. Sabía cómo manejarlo.
Pero nada de eso evitaba que Sasuke lo supiera.
Pasó una mano por su rostro, apartando los mechones de cabello que se habían adherido a su piel con el sudor. El cansancio pesaba sobre sus hombros, pero no podía darse el lujo de detenerse del todo.
Kazue dormía tranquilamente, con la camisa recostada en su regazo y la capa de Sasuke cubriéndola. Su respiración era suave, pausada, y el leve movimiento de su pecho le confirmó que, al menos por ahora, estaba fuera de peligro.
Apretó los labios y bajó la mirada a su propia mano.
Acumuló un poco de chakra en la palma, lo justo para estabilizar los latidos de su corazón. El dolor en su pecho se tornó menos punzante, su respiración más ligera, pero sabía que no era suficiente.
Regenerar las células dañas exigía más de lo que sus simples habilidades de curación podían ofrecer. Necesitaría el Byakugō.
Y aun así, eso no era lo que más la inquietaba.
De no haber sido cuidadosa en aquel enfrentamiento, habría muerto.
No había duda.
El Kekkei Genkai de Suiko era diferente a todo lo que había visto hasta el momento. Cruel. Atroz. No solo se trataba de poder. No solo era un jutsu asesino. Era un don que destruida desde el interior y que no dejaba espacio para errores.
Y lo peor es que, en ese momento, lo único que pudo hacer fue resistir.
Exhaló lentamente, tratando de disipar la tracción acumulada en sus músculos.
De nada servía pensar en eso. Lo que importaba era seguir adelante.
Pero apenas levantó la mirada, se encontró con los ojos de Sasuke sobre ella.
Estaba sentado, con los brazos cruzados.
—¿Ya terminaste?
La pregunta la tomó por sorpresa.
Sakura parpadeó, sin estar segura si había escuchado bien.
—Sí—respondió, después de una breve pausa.
Sasuke asintió.
—Bien.
Se removió en su asiento, incómodo, desviando la mirada hacia la entrada de la mina en la que descansaba.
El silencio se instaló entre ellos.
Sakura bajó la vista a sus propias manos, sopesando sus palabras antes de hablar.
—Sobre esa mujer…—murmuro, casi con cautela—. ¿Realmente está muerta?
Él tardó un minuto en responder.
—Espero que así sea.
Su tono era neutro, sin un atisbo de duda.
—No tienes que preocuparte por ella.
Sakura tragó grueso.
No sabía exactamente qué respuesta esperaba, pero aun así, escucharlo decir eso la inquietaba.
Jamás habría imaginado que la muerte de una persona supusiera tan poco para Sasuke, aunque considerando la facilidad con la que luchaba, no debería sorprenderle.
Apartó la mirada, perturbada por el pensamiento.
El aire se sintió más pesado.
—Ella…—susurró—. Tiene un Kekkei Genkai, ¿cierto?
—Provienen de una familia poderosa.
Sakura frunció el ceño, esperando a que continuara.
—Eran los amos y señores de casi todo el país—prosiguió Sasuke, su tono carente de cualquier emoción—, hasta que acabaron unos con otros.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
—¿Y después?
—Comenzaron a atacarlos.
Sasuke desvió la mirada hacia el suelo, como si el recuerdo de aquel linaje fuera poco más que un eco molesto.
—Masamune y sus hermanas son los únicos sobrevivientes.
Sakura volvió a traga grueso.
—Son poderosos…—murmuró, más para sí misma que para él.
Sasuke asintió.
—Lo son.
De nuevo, otro mutismo.
Sakura desvió la vista hacia el fondo de su efugio, donde la luz de la lampara apenas alcanzaba a iluminar las paredes irregulares.
El único sonido que irrumpía la quietud eran los ronquidos apagados de Ryozo y el goteo constante del agua filtrándose por la piedra.
El clima era frío y húmedo.
Lo detestaba.
Apretó la capa sobre los hombros de Kazue, asegurándose de que la joven permaneciera abrigada.
Era capaz de soportar el cansancio, el dolor en sus costillas y la incomodidad del suelo de roca. Pero la humedad calándole los huesos era una molestia que la hacía desear que el viaje terminara lo antes posible.
Sasuke yacía inmóvil, con la vista clavada en la entrada, como si su mente estuviera a kilómetros de distancia.
Fue entonces cuando cruzó los brazos sobre su pecho y, sin molestarse a suavizar su tonó, preguntó:
—¿Por qué decidiste colaborar con ellos?
Sasuke, que hasta ese momento lucia distraído, giró levemente el rostro. Una ceja se arqueó apenas en su semblante pétreo.
—¿Quién eres? ¿Ibiki?
Lo que sonó como una broma, solo consiguió exasperarla. Puso los ojos en blanco.
—Por si lo olvidadas, aún tengo una misión—le recordó.
Sasuke inclinó la cabeza con un gesto casi imperceptible.
—Una en la que nadie te obligó a participar.
Sakura frunció el ceño.
—Jodete, Sasuke.
Él no se inmutó ante el insulto.
—Pudiste haberte marchado cuando te lo dije.
Sakura notó cómo la irritación se transformaba en algo más pérfido en su pecho. Se reclinó hacia él, con la mirada afilada como un kunai.
—No es tan fácil.
Sasuke soltó una breve exhalación, una mezcla de burla y cansancio.
—Por supuesto que lo es. Ya lo hiciste en una ocasión, como aquella vez en Tanzaku.
Sintió el golpe en el estómago antes de que su mente procesara la frase. Tanzaku. La ciudad donde ella y Sasuke…
El calor le subió al rostro.
Tragó grueso, su lengua volviéndose de plomo dentro de su boca.
No, no iba a dejar que él tuviera la última palabra.
—Te haces sonar a ti mismo como una víctima cuando no lo eres—espetó, el enojo enredándose en su voz.
Los ojos del Uchiha brillaron con algo oscuro, difícil de descifrar.
Lejos de amainarse, sostuvo su mirada, desafiándolo, sin esperar respuesta.
Pero fue entonces cuando lo vio.
Un atisbo, un parpadeó fugaz de vulnerabilidad.
Un fantasma del dolor que se asomó en sus orbes dispar antes de que él lo borrara con la misma rapidez con la que lo había dejado escapar.
Sakura sintió su enojo tambalear.
Arrepentimiento.
No era una emoción que soliera permitirse sentir con él, al menos no en las últimas semanas.
Y, sin embargo, ahí estaba, anudándosele la garganta.
La cueva se hizo más pequeña.
Sasuke apartó la vista primero, volviendo a su máscara impenetrable.
Pero Sakura ya había contemplado lo que había detrás.
Y odiaba que una parte de ella deseara alcanzarlo.
Se mordió el interior de la mejilla. Había cruzado una línea. Sintió el impulso de justificarse, de defender su reacción, pero la culpa pesaba más.
Inhaló hondo y, en voz baja, dijo:
—Lo siento… Eso fue demasiado personal. No debí hacerlo.
No lo miró, pero percibió la forma en que Sasuke giró el rostro hacia ella.
—Lo que dije también estuvo fuera de lugar—replicó con toda la honestidad que le era posible.
Ella asintió levemente, su pulgar trazó círculos sobre la tela de su short. No había más que agregar.
—Deberías descansar—dijo Sasuke tras un momento—. No pararemos dentro de muchas horas. Lo mejor es que guardes toda la energía que puedas.
Sakura tragó grueso.
Tenía razón, pero su mente daba demasiadas vueltas como para permitirse siquiera cerrar los ojos.
Se removió en su asiento, acomodándose contra la roca, y exhaló lentamente.
No importaba.
Encontraría la forma de distraerse.
De pensar en cualquier cosa… menos en él.
Las siluetas danzaban erráticas sobre las paredes rugosas de la cueva, proyectadas por la exigua luz de las linternas que apenas lograban abrirse paso entre la oscuridad. La húmedad se adhería a la piel de Sakura como un velo invisible, y el aire viciado llevaba consigo el aroma terroso de la roca mojada y musgo que crecía en las grietas.
El grupo avanzaba con mesura.
Sasuke iba al frente, silencioso y seguro, los ojos entornados, evaluando cada recoveco, cada sombra traicionera que pudiera ocultar algo más que piedra y sereno. Su trazo intimidante se distinguía en la penumbra, pero su presencia era inconfundible, un contorno sigiloso y afilado.
Sakura se mantenía justo detrás, su atención dividida entre la senda incierta y Kazue, que avanzaba con dificultad. La chica apretaba los labios, negándose a quejarse, pero podía notar la zozobra que la embargaba. Con suavidad, posó una mano en su espalda para estabilizarla.
—Si necesitas descansar, dímelo—susurró. Se aseguró de hablar lento, a la velocidad necesaria para que ella leyese sus labios.
Kazue negó con la cabeza, aunque su mano se aferró brevemente al brazo de Sakura, agradeciendo su apoyo.
El guía cerraba la marcha, su silueta robusta moviéndose con la destreza de alguien que conocía bien esos túneles. Su mirada curtida barría constantemente el entorno, atento a cualquier sonido que no perteneciera a su propio grupo.
El silencio era opresivo.
Solo el eco de sus pisadas resonaba en la caverna, junto con el goteo persistente del agua.
Sakura escuchaba su propia respiración, acompasada pero alerta, podía sentir el pulso de su chakra manteniéndose bajo control, listo para reaccionar ante cualquier señal de peligro.
Sin embargo, había otro asunto que abarcaba todo el espacio en su mente: la conversación con Sasuke. No habían cruzado palabra desde entonces, limitándose a hablar cuando era absolutamente necesario y, dadas las circunstancias, la tarea en mano no requería que ambos interactuaran, al menos no directamente.
—Debemos seguir avanzando—dijo Ryozo de repente—, no estamos lejos de la salida.
Pese al estado en el que se encontraba Kazue, había sido capaz de emular la velocidad de su andar durante la mayor parte del trayecto, rehusándose a detenerse más tiempo del necesario. Sakura sabía que dicho esfuerzo mermaría su delicado estado de salud y el de su bebé, mas no hizo un comentario al respecto. Tan pronto como arribaran en la posada se aseguraría de obligarla a reposar, comer y dormir apropiadamente.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un extraño sonido que retumbó en la cueva como un trueno lejano. Un estruendo sordo, profundo, casi vibrante.
El suelo bajo sus pies tembló lentamente, un movimiento sutil pero suficiente para erizarla le piel. No era un simple desplazamiento de rocas ni una corriente de aire desplazando piedras.
Todos se quedaren inmóviles. Kazue contuvo la respiración y sujetó instintivamente su vientre. Sasuke entrecerró los ojos, alerta, y deslizó los dedos obre el mango de la katana.
Ryozo, con su postura rígida, giró la cabeza hacia el origen del ruido. Su rostro se endureció.
—Algo no está bien—murmuró.
Sakura sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No necesitaba el comentario del guia para saberlo.
—Voy a revisar qué ha sido eso. No puede estar muy lejos—dijo el hombre.
Sasuke asintió con una breve inclinación de cabeza.
—No te alejes demasiado. Si hay problemas, regresa de inmediato.
El guía no respondió. Solo se ajustó la tela gruesa de su capa y se desvaneció en las sombras, dejándolos solos.
Sakura echó un vistazo rápido en dirección al lugar donde el guia había desaparecido. Sus dedos estaban fríos, entumecidos, no sabia si por el clima húmedo de la cueva o por la tensión que se aferraba a su cuerpo como una garra invisible.
—¿Crees que estará bien?—preguntó, dirigiéndose a Sasuke.
La sombra de su ceño fruncido revelaba que sus instintos le gritaban lo mismo que a ella: algo estaba a punto de ocurrir.
Si bien, hasta el momento no habían enfrentado ninguna dificultad, Ryozo no se asemejaba en nada a ellos para ser un shinobi. Actuaba impulsivamente y, por algunos comentarios de Sasuke, era sabido que valentía era algo que no poseía.
—Tenemos que seguir adelante—concluyó el Uchiha—. Si no regresa pronto, continuaremos sin él.
Sakura tragó saliva. No le gustaba la idea de dejar a alguien atrás, menos aun cuando había ido a revisar un peligro que también los afectaba a ellos. Pero sabía que Sasuke tenía razón.
Kazue, con el rostro pálido, se abrazó a sí misma.
Y, tan pronto como ambos expresaron su preocupación, el retumbar de lo que parecía sr una explosión se extendió por los túneles como una bestia rugiendo en la distancia. Pequeñas piedras cayeron del techo.
La chica se aferró con más fuerza al brazo de Sakura, su cuerpo temblando. Sus labios se separaron en un jadeo silencioso, y sus ojos reflejaban el miedo puro de alguien no escuchaba el peligro pero lo sentía vibrar en sus huesos.
—No podemos esperar más—dijo Sasuke—si hay un problema, debemos salir antes de que nos alcancen.
Sakura se mostró de acuerdo. Estaban en desventaja.
Sasuke se situó en la delantera. El grupo comenzó a avanzar de nuevo, esta vez con más prisa. La ausencia del guía era una señal clara de que el camino atrás no era seguro. Sakura miró por última vez, deseando que Ryozo estuviera bien, pero consciente que la prioridad era salir de ahí.
Apretó la mano de la chica para darle seguridad. "Estaremos bien." Hizo el gesto con la otra mano, y Kazue asintió, aunque no parecía convencida.
Entonces, lo sintieron.
Un segundo temblor sacudió la cueva, más fuerte que el anterior. Esta vez, la vibración recorrió el suelo como un latido monstruoso, haciendo que piedrecillas cayeran desde el techo.
Sasuke se detuvo en seco y alzo una mano, indicándoles que se quedaran quietas.
La kunoichi tragó saliva, su corazón golpeando contra su pecho. Miró a Kazue, que respiraba con dificultad, sus labios formando una pregunta muda: "¿Qué pasa?"
El Uchiha levantó la cabeza un poco para apreciar el techo. Las grietas serpenteaban como venas oscuras en la piedra, y con cada segundo que pasaba, el crujido de la estructura colapsando se hacía más fuerte. Fragmentos de roca comenzaron a desprenderse, golpeando el suelo con estruendos sordos.
No había tiempo.
Asustada, Kazue se asió a la mano de Sakura con fuerza.
—No conseguiremos salir—dijo Sakura, contemplando a Sasuke.
Otro temblor sacudió la cueva, más violento esta vez. El suelo se inclinó y el polvo espeso comenzó a llenar el aire.
Ambos tomaron una decisión.
Se volvió hacia Kazue y le hizo señas. "Sube a su espalda. Sujétate con fuerza."
Kazue parpadeó, confundida. Sus manos temblaron un poco, pero obedeció. Subió a la espalda de Sasuke y rodeó su cuello con los brazos, aferrándose con toda la fuerza que tenía.
—¿Lista?—preguntó Sakura, su voz apenas audible entre el estruendo.
La chica asintió con los ojos muy abiertos.
Sasuke no perdió más tiempo. En un solo movimiento, se impulsó hacia adelante.
Y corrieron.
El túnel se desmoronaba a su paso. Pedazos de escarpa y marga caían a su alrededor, algunos tan grandes que habrían acabado con ellos al instante de haber sido más lentos. La adrenalina le quemaba las venas, sus pasos acelerándose más mientras trataba de mantenerse a la par de Sasuke.
La estructura se desmoronaba detrás de ellos, una ola de polvo y rocas desplomándose en su estela.
Sasuke respiró con dificultad, sintiendo el peso de Kazue aferrada a su espalda. Sus piernas ardían por la carrera, pero no se detuvo.
—¡La luz!—gritó.
Sakura no necesitó más motivación. El aire que ingresaba a sus pulmones quemaba y su corazón latía frenético entre los confines de su pecho, pero se obligó a acelerar el paso. Lo único que importaba era salir.
El túnel tembló con otro crujido.
Y entonces, lo consiguieron.
Un último impulso los lanzó al exterior. El aire cálido golpeó sus rostros cuando emergieron a la superficie, dejando atrás la sofocante oscuridad de la mina.
Ella cayó sobre sus rodillas, jadeando. Su pecho se expandía con cada respiro agitado mientras intentaba recuperar el aliento.
No muy lejos de ella, Sasuke se encontraba de pie, aun con Kazue en su espalda, que levantó la cabeza solo para contemplar el colapso de la mina.
La entrada estaba sellada por completo por un muro de rocas. No podían regresar, no había manera de excavar entre los escombros sin herramientas ni tiempo.
—Debemos seguir.
Su voz cortó el silencio.
Sakura giró bruscamente hacia él.
—¿Qué?
Sasuke no se inmutó en mirarla. Su atención estaba en el terreno frente a ellos, analizando el panorama.
—Lo escuchaste—repitió—. Debemos seguir.
—¿Tienes idea de donde estamos?—lo interrogó al mismo tiempo que se ponía de pie sin gracia alguna.
—Supongo que cerca del País de Kuren—respondió sin mucho interés.
Ella lanzó una risa seca, incrédula.
—¿Supones?—espetó, con los ojos clavados en él—. Esto no se trata de suposiciones, un hombre acaba de morir.
—No creo que esté muerto.
—¿Cómo demonios puedes estar tan seguro? La mina se derrumbó.
Sasuke desvió la mirada hacia los escombros, luego de vuelta a ella.
—Cualquier cosa que haya sucedido ahí dentro…—hizo una pausa—. Su desaparición fue demasiado conveniente.
Sakura frunció el ceño.
—¿Conveniente?
—Justo cuando escuchamos el ruido, se ofreció a ir a investigar sin dudarlo. Ryozo es un hombre cobarde.
El recuerdo de la expresión del guia cruzó por su mente. No era solo preocupación o cautela; había algo más en su mirada, un atisbo que no supo leer. Ahora, la sensación de que todo estaba calculado era demasiado fuerte para ignorarla.
Ella apretó los labios, tratando de procesar lo que Sasuke insinuaba.
El viento sopló apaciblemente, marcando un contraste entre el tumulto que eran y la calma que gobernaba en el entorno.
Sakura avizoró la entrada por un minuto más, sintiendo una punzada de incertidumbre antes de dirigir su atención nuevamente a Sasuke.
—¿Crees que nos traicionó?
Él exhaló por la nariz.
—Es probable—volvió a mirar el sendero frente a ellos—. No tenemos tiempo para pensar en ello, necesitamos seguir.
Por primera vez, no discutió. Se giró hacia la chica, que aún estaba aferrada a Sasuke, con las piernas rodeando su cintura y los brazos fuertemente sujetos a su cuello.
Kazue tocó el hombro del Uchiha, llamando su atención. Luego, con un gesto amable, señaló el suelo.
—Quiere bajar—tradujo Sakura, observando a la joven con atención.
Sasuke obedeció sin decir nada, agachándose lo suficiente para que Kazue fuese capaz de apoyarse en el suelo con cuidado. Tan pronto sus pies tocaron la tierra, la chica exhaló profundamente, como si el hecho de estar de pie le devolviera una mínima sensación de control sobre la situación.
Sakura la observó detenidamente. Había pasado por demasiado. La angustia, la huida, el derrumbe… y aun así, mantenía un actuar sereno, aunque sus ojos delataban el cansancio.
—Lo siento—dijo de pronto—. Por todo esto.
Kazue parpadeó y negó rápidamente con la cabeza. Levanto las manos ágilmente y comenzó a formar palabras en señas.
Siguió el movimiento de sus dedos, comprendiendo cada gesto.
"No te preocupes. Soy yo quien debe disculparse."
—No digas eso.
La chica le dedicó una leve sonrisa antes de replicar.
Sakura captó el mensaje y suspiró.
—¿Puedes continuar?
Ella asintió.
Sakura le sostuvo la mirada un momento más, asegurándose de que decía la verdad, antes de otear una última vez a Sasuke.
No había nada más que decir.
El tiempo jugaba en su contra.
Sin embargo, no pudo evitar girar el rostro una última ocasión hacia la cueva.
Cerró los ojos y luego apartó la vista.
Apretó los puños y apresuró el paso.
—Kazue necesita descansar y comer—manifestó, con la bizantina presunción de aminorar el trote alífero de Sasuke.
Como era de esperarse, no funcionó.
—No voy a obligar a una chica embarazada a caminar durante horas en mitad de la noche sin comer—hizo hincapié.
Llevaban toda la tarde deambulando por las llanuras, a campo abierto. Había escasas montañas en comparación con Kaida no Sato y muy pocos lugares para acampar.
Aun así y, pese a sus suplicas, caminaron durante media hora, sorteando los caminos envueltos por una densa neblina, hasta que las primeras edificaciones aparecieron a ala distancia, entre la bruma nocturna.
El pueblo era pequeño, apenas un puñado de estructuras de madera apiladas a lo largo del camino principal. No había señales de vida más allá de unos pocos postes de luz tambaleándose con el viento y una banderola deshilachada ondeando perezosamente en la entrada de lo que era una taberna. Todo estaba impregnado de apostasía: los tejados curvados bajo el peso del tiempo, las ventanas con grietas cubiertas de mugre y paño, los carteles de los comercios descoloridos y torcidos.
Cerca de las afueras del pueblo, junto a una carretera enlodada, se alzaba una posada con una estructura inclinada por los años. El cartel que colgaba sobre la puerta rechinaba con cada embate del viento. No era acogedora, pero era su mejor opción.
Sakura se detuvo frente a la entrada y se volvió hacia la chica, cuyos labios estaban azulados por el frio. Sin dudarlo, la rodeó con los brazos, presionándola contra su pecho para compartirle algo de su calor. La sentía temblar.
—Resiste un poco más—susurró, apretándola con más fuerza.
Kazue no respondió, pero se hundió en su abrazo, buscando refugio contra su cuerpo.
A un par de pasos de ellas, Sasuke observaba. Sus ojos evaluaban la escena, atento, inquietante.
—Podrías dejar de mirarme así y entrar de una vez—espetó Sakura, sin molestarse en disimular su irritación.
Sasuke no dijo nada. Sus pupilas recorrieron a la chica antes de posarse en Sakura.
—Si está tan mal, deberías llevarla adentro tú misma—dijo con voz neutra.
Sakura frunció el ceño.
—No sé si te diste cuenta, pero estamos esperando a que dejes de estar parado ahí como una estatua y corrobores si es seguro entrar.
El Uchiha exhaló, casi en una risa silenciosa, más no discutió. En su lugar, avanzó hacia la puerta de la posada. Empujo la madera envejecida y desapareció en el interior, dejando tras de sí una corriente de aire helado.
Sakura miró a la chica en sus brazos y le dedicó una leve sonrisa.
—Un poco más, ¿sí?
La puerta se cerró detrás de Sasuke. Y, en la espera, el viento continuó aullando entre los edificios abandonados.
Tras unos cuantos minutos, la puerta se abrió con un chirrido prolongado. Sasuke asomó la cabeza e hizo un gesto con la cabeza para que lo siguieran.
Ella no se hizo esperar. Ajustó su agarre alrededor de Kazue, sujetándola firmemente mientras la ayudaba a avanzar. El cambio de temperatura fue inmediato al cruzar el umbral: el ambiente dentro de la posada acarreaba un vago aroma a madera envejecida y cera derretida, con el crepitar distante de una chimenea en alguna parte del establecimiento.
Se trataba de un lugar modesto y pequeño, de esos que servían como refugio para viajeros agotados que como una verdadera posada. Las mesas de madera estaban vacías, salvo por un par de velas consumiéndose lentamente en los candelabros. Tras el mostrador, un hombre de aspecto cansado los observaba con la mirada pesada de quien ha trabajado demasiado y dormido poco.
Llevaba gafas de pasta que le resalaban por el puente de la nariz y tenía el cabello plateado, revuelto y enmarañado. Vestía una camisa algo arrugada, con las mangas remangadas hasta los codos, y tamborileaba los dedos contra la madera del mostrador con aire distraído.
Con un suspiro resignado, deslizó un pequeño juego de llaves y un mapa doblado hacia Sasuke.
—Habitación al fondo, ultima puerta a la derecha—murmuró, su voz ronca por el desuso.
—Disculpe—interrumpió Sakura antes de dirigirse a la dirección indicada—. ¿La cocina aún está en servicio?
—No encontraran nada abundante a estas horas—dijo sinceramente—. Pero haré que envíen algo a la habitación.
Sasuke tomó las llaves sin decir nada. La evaluación del posadero no terminó ahí. Alzó la vista con almo más de interés, sus lentes reflejando la tenue luz de las velas mientras echaba un vistazo a la escena frente él: un hombre de expresión de sombría, una mujer sujetando firmemente a una joven medio congelada, ambos cubiertos de tierra y con a roa húmeda.
Frunció el ceño.
—¿Problemas en el camino?—peguntó, con un deje que sugería más curiosidad que verdadera preocupación.
Sakura sonrió.
—Nada que no hayamos manejado.
El hombre bufó, escéptico y desinteresado en partes iguales.
—Como digas.—Se encogió de hombros antes de señalar el papel que había entregado junto con las llaves—. Mapa del pueblo. No hay mucho que ver, pero al menos sabrán dónde está el mercado si necesitan algo.
Sasuke dobló el papel desgastado sin mirarlo y lo guardó en su capa. Sin más preámbulos, giró sobre sus talones y comenzó a caminar por el estrecho pasillo que llevaba a las habitaciones.
La kunoichi soltó un suspiro antes de concentrarse en la chica entre sus brazos.
—Vamos—murmuró, asegurándose de que se mantuviera en pie mientras la guiaba tras él.
El posadero las observó desaparecer en el pasillo, ya había contemplado a suficientes viajeros para saber que aquella noche, su posada albergaba más secretos de los que le gustaría.
Sasuke avanzó sin vacilar, con la misma seguridad de siempre, y se detuvo frente a la última puerta. Giró la llave en la cerradura y empujo la puerta, revelando una habitación pequeña y austera.
El interior apenas contenía lo básico: una cama angosta con un colchón desgastado, una mesa de madera con una silla despareja y una ventana cubierta por continas gruesas que filtraban la luz de la luna. La chimenea en la esquina estaba apagada, y el aire era tan frio como en el pasillo.
Sakura hizo entrar a Kazue con cuidado y la guio hasta la cama. La chica se dejó caer sobre el colchón, su respiración aun entrecortada por el frío. Se hizo un ovillo bajo las mantas ásperas, buscando refugio en el escaso calor que la habitación podía ofrecer.
Por otro lado, la ninja médico se frotó los brazos para sacudirse el entumecimiento y se volvió hacia Sasuke con el ceño fruncido.
—¿Cuánto dinero tienes?
El Uchiha cerró la puerta detrás de él y apoyó la espalda contra la madera, cruzando los brazos.
—No lo suficiente para quedarnos en posadas en cada parada.
Ella suspiró y llevó una mano a su frente, masajeándose las sienes. No era una sorpresa, pero eso no hacia la situación menos complicada.
—No voy a compartir habitación contigo—declaró sin rodeos.
Sasuke, aun apoyado contra la puerta, arqueó una ceja, indiferente.
—No iba a hacerlo.
Su tono era seco, carente de cualquier intención oculta, se aseguró de no dejar espacio para interpretaciones erróneas. Sin más, avanzó hacia la mesa desvencijada en el centro de la habitación, sacó el mapa de la capa y lo extendió sobre la madera con un movimiento preciso.
Sakura lo observó mientras él alisaba los bordes con la palma de la mano. El papel estaba arrugado y presentaba pequeñas marcas de tinta, anotaciones escritas con trazos rápidos. A la luz parpadeante de la lampara de aceite, los caminos y senderos trazos adquirieron una sombra tenue.
Sasuke señaló una ruta con el dedo.
—Este es el camino que deben seguir—indicó—. Arribar al siguiente poblado te tomará dos días considerando la velocidad de la chica.
Bajó la vista al punto señalado y dejó escapar un suspiro silencioso. Dos días. Dos días de viaje con una chica debilitada y con pocas provisiones.
—¿Y después qué?—pregunto sin apartar la atención del mapa.
—Una vez ahí, puedes asegurarte de dejarla y volver a Konoha.
Su respuesta fue tan simple como brutalmente definitiva. Como si todo se redujera a una secuencia de pasos lógicos sin complicaciones, sin riesgos en el camino, ni dilemas morales que enfrentar.
Pese a que ya no estaban en Mokumori, Sakura todavía debía cumplir una encomienda: probar la inocencia de Sasuke.
Pero era simplemente cuando el objeto de su búsqueda no mostraba rastros de vacilación.
Apretó los labios. Sabía que tenía razón en ciertos aspectos, sin embargo, no significaba que le agradara la forma en que lo decía, como si aquello fuese una transacción más, un problema a resolver sin mayor implicación.
Apretó los puños sobre la mesa, sintiendo la aspereza de la madera bajo la yema de los dedos.
—¿Y tú que harás?—inquirió.
—No importa—replicó.
Lo miró fijamente. Necesitaba encontrar la manera de sacarle información, algo que lo ayudara a probar su inocencia ante el consejo de ancianos en Konohagakure.
—¿A dónde te diriges?—quiso saber.
—Debo regresar.
Sakura frunció el ceño con ahincó.
—¿Regresar? ¿A qué?
Sasuke bajó la vista al mapa, recorriendo con la mirada las rutas marcadas, como si contuviera todas las respuestas a sus cuestionamientos.
—Masamune volverá pronto—explicó—. Si nota mi ausencia, se dará cuenta de lo que sucedió.
El nombre encendió una chispa de inquietud en el pecho de Sakura.
Apretó los puños.
—Eso no tiene sentido—dijo en voz baja—. No puedes volver ahí. Debes volver a Konoha conmigo.
Sasuke la ignoró.
—El clan continuara persiguiéndolas—continuó, sin alterar el tono de su voz—. Si vuelvo, puedo desviar la atención hacia mí mismo.
Un escalofrió la sacudió.
—¿Y eso qué significa?—exigió saber.
Giró la cabeza y contuvo las ganas de poner los ojos en blanco, como si la pregunta no requiera una respuesta obvia.
—Significa que si hago esto, ustedes tendrán más tiempo para escapar a un lugar seguro.
Sakura notó su corazón estrujarse en su pecho.
—Es una locura.
Pero Sasuke no se retractó, no titubeó. Ya había tomado una decisión.
—Continuaras trabajando con ellos—lo acusó.
El Uchiha dejó escapar un suspiro cansado. Se llevó una mano a la nuca, masajeándola con frustración contenida antes de responder con la misma sequedad de siempre.
—Mis asuntos con el Clan Tenshihari solo me conciernen a mí y a nadie más.
Ella apretó la mandíbula. No era estúpida. No obstante, había algo en la manera en que Sasuke trazaba aquella barrera infranqueable que le revolvió el estómago. Aun así forzó una sonrisa breve y sin humor.
Tal vez debería hacerlo entrar en razón de otra manera, tal como lo sugirió Kakashi cuando le dio la misión.
—Esta bien. Ya entendí.
Frustrado, estuvo a punto de rebatir cuando un golpe a la puerta los interrumpió.
Ambos giraron instintivamente hacia la entrada. Sakura reaccionó primero, se acercó, apoyando una mano en la madera antes de abrir.
Una chica se encontraba al otro lado, sosteniendo una bandeja con tres cuencos de arroz, acompañamientos sencillos y una tetera humeante. Su expresión era neutra, como si estuviera habituada a tratar con viajeros que no querían preguntas ni conversación.
—Su comida—murmuró.
—Gracias.
La joven de servicio no respondió, simplemente se retiró por el pasillo con la misma parsimonia con la que había llegado.
Sasuke aprovechó la distracción para recoger el mapa y guardarlo de nuevo en su capa.
Por su parte, Sakura se aseguró de llevar la bandeja hasta la cama, donde Kazue descansaba. El calor del arroz y el aroma del té llenaron el cuarto, brindando una sensación de calma momentánea que ninguno de los tres estaba seguro de poder permitirse.
Tomó asiento al borde de la cama y la miró, procurando transmitirle un poco de tranquilidad.
—Come todo, ¿sí?—le pidió.
Kazue asintió y tomó los palillo. Tomó una porción de arroz con verdura y la llevó a la boca, masticando despacio, saboreando el alimento como si fuera la primera comida decente que tenía en días.
Sakura lo observó un segundo más antes de incorporarse y dirigirse a la mesa, donde dejó caer su cuerpo con un suspiro contenido. Apenas se acomodó, Sasuke habló.
—Volveré.
Levantó la vista y lo observó de pie junto a la puerta.
—Nos encontraremos dentro de tres días—añadió, con la misma certeza de quien ha viajado a la luna para asegurar que no era de queso—. Aún tenemos asuntos que arreglar.
Sakura dejó escapar una risa breve, sin rastro de humor.
—No hagas promesas que no puedes mantener.
El Uchiha la observó, irritado. Sus facciones se crisparon apenas, la sombra de una respuesta formándose en su mente, pero antes de que pudiera decir algo, Sakura lo cortó.
—Entonces vas a ayudarnos.
No era una pregunta. Era una afirmación.
—No creo que tenga muchas opciones—declaró, indiferente.
—Eso no me basta para confiar en ti.
Sasuke se encogió de hombros.
—Tampoco creo que tengas muchas opciones.
Y era cierto. Molestamente cierto.
Sakura apretó los dientes y miró de reojo a Kazue, ajena a la tensión que flotaba en el aire. No le gustaba. Nada de eso le gustaba. Fuesen cuales fuesen las razones de Sasuke para estar ahí, para mantenerlas a salvo, no podía confiar en él. No después de todo lo que había sucedió.
—Partiremos al amanecer—anunció sin más.
Sin esperar respuesta, se detuvo bajo el umbral de puerta, sopesando la posibilidad de decir algo más. Pero no lo hizo. Simplemente desapareció, dejándola a solas con la sensación incomoda de que, una vez más, el destino la había llevado a un camino en el que no podía confiar en quien tenía a lado.
Sakura cerró los ojos y apretó el puente de su nariz.
El amanecer llegaría antes de lo esperado.
Continuará
N/A: No saben cuánto me alegra haber establecido un ritmo constante en las actualizaciones de este fanfic, de verdad hace mil años que no sucedía eso . Puedo decirles que es gracias a ustedes, a su constante apoyo, a sus reviews que me otorgan la motivación suficiente para continuar con el proyecto, de verdad, son una inspiración.
Hemos alcanzado el capítulo 11, aún nos queda un largo tramo por recorrer para llegar al final y, eso solo significa, el desarrollo de la relación entre Sakura y Sasuke. Me pareció de suma importancia escribir el capítulo 9 desde la perspectiva de Sasuke y solo tener atisbos de esa noche desde el punto de vista de Sakura, ya que, enfatiza la manera en la que ambos ven su relación con el único punto en común de una inmensa confusión, tratando de entender el actuar del uno y el otro.
Pero bueno, sin nada más que agregar, una vez más agradezco el tiempo que se toman para leer cada capítulo. Mil gracias, en serio. Les envió un fuerte abrazo donde quiera que se encuentren, cuídense mucho, nos leemos pronto 3.
